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El modelo
económico-laboral de sostenibilidad, según el Gobierno, es el de seguir
regalando dinero público. Hoy viernes en consejo de ministros van a acordar
nuevas “donaciones” a empresas y compras de automóviles. Este Gobierno, como
los anteriores, sigue sin enterarse que las empresas cuando tienen beneficios
se los funden para sí, y cuando las cosas vienen regular todas se dedican a
llorar a las puertas de la hucha pública para ver qué cae en la saca. El
Gobierno sigue sin entender que nuestro dinero es para nosotros, para el
beneficio de las personas, y la forma más directa de conseguirlo es construir
empresas, fábricas, centros comerciales, investigar, patentar, producir por
nuestra cuenta, con nuestro dinero sin necesidad de fuentes de financiación
ajenas al Estado, porque nos endeudamos, nos arrancan poco a poco parte de nuestra
soberanía.
Ese dinero que
piensan emplear en “donaciones” a las empresas privadas que los empleen en
hacer fábricas, en industrias nacionales bien dirigidas, sin la intervención de
los políticos de turno, sin asegurar puestos de relevancia a sus allegados, conocidos
o familiares; que todas las plazas disponibles y necesarias sean cubiertas por
convocatoria pública abierta y en la que se valoren la formación y la
experiencia de las personas. Ya sé que este modelo es tildado de comunista: las
industrias propiedad de todos nosotros, procurando nuestros puestos de trabajo
y ser un poco más iguales, al menos, en cuanto a condiciones sociales y
económicas, ¿acaso no es justo un reparto más igualitario de la riqueza? Llámenle
como quieran, una palabra no es nada comparado con un sueño, con una realidad,
con un proyecto de sociedad, con el deseo de que todos podamos vivir mejor, y
bien en todos los sentidos.
El dinero
esclaviza a las personas, margina a otras, crea guerras, deja morir de hambre o
por desatención sanitaria, a otras. El dinero, que no es nada, solo un papel
con un diseño coloreado o un trozo de metal troquelado, no tiene el valor que
por conveniencia se la ha dado. El dinero debería de desaparecer para poder
llegar a vivir en las mismas condiciones, ya lo he expuesto en otras ocasiones
anteriores, se puede hacer si todos, en un principio, seguimos haciendo lo que
venimos haciendo, si cada uno continúa con su labor. El que trabaja en el
campo, a lo suyo, el que lo hace en una industria, a lo suyo, el que atiende en
un comercio, a lo suyo, etc. El resto de personas se han de ir incorporando a
los distintos sectores necesarios para tener todo lo requerido para vivir, en
pocas palabras: el que extrae materia prima, sigue haciéndolo, el que las modifica
para conseguir un fabricado determinado, sigue haciéndolo. El que la transporta
a los comercios, sigue haciéndolo, y del mismo modo en todos los gremios. Como
muchos están, en el día de hoy, empleados en actividades que no serían
necesarias en una sociedad sin dinero, se incorporarían a otros gremios
conforme a sus habilidades y condiciones físicas, de salud, etc. Al colaborar
todos en el sistema, incluso los parados, presos, etc., las jornadas de trabajo
se reducirían considerablemente. Los empresarios estarían colaborando como uno
más y como a nadie les cuesta dinero, se hacen plantillas de más personas,
todas las necesarias para producir la demanda social. Cada persona tendría su
tarjeta magnética en la que se registran las jornadas o colaboraciones con el
sistema, que es lo que da derecho a adquirir todo lo que se necesite en los
comercios. Esto es una pincelada de cómo se podría llegar a vivir sin
preocuparnos por el dinero, que no es más que un invento para tener “esclavizado”,
preocupado y sometido al individuo.
¿Es un sueño?,
tal vez pueda ser considerados por casi todos como eso, pero estar preparado
para una sociedad así, da una visión diferente, un sentir distinto; saber que
nadie se va a quedar atrás, pero realmente, sin falacias como las que hasta el
día de hoy oímos de nuestros políticos. Esas falsas promesas, esos giros
imposibles, esa impunidad absoluta, ese saqueo constante, esa traición e
incoherencia bestial. Ese dominio atroz, aterrador, indignante, coercitivo, que
ejercen sobre la ciudadanía en nombre de una falsa democracia. No tengo más
remedio que atreverme a soñar con un modelo de sociedad diferente a la que nos venden
y a la que los charlatanes mantienen por conveniencia, esos que están encorsetados
por los poderes monetarios, esos que son tan cobardes que no se atreven a moverles
la silla a todos aquellos con los que conspiran contra el pueblo.
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