El tiempo es casi primaveral en
Sevilla, las flores brotan de las plantas y de los árboles; las plantas crecen
por doquier y también ha aumentado la población de aves e insectos. Con todo
ello, igualmente, proliferan los tratamientos de todo tipo: herbicidas,
insecticidas, venenos que se pulverizan sobre los cultivos, los árboles y los
animales. Herbicidas que se emplean en los caminos, en los lugares cercanos a
los arcenes de las carreteras, etc., en definitiva, toneladas de sustancias
nocivas, peligrosas, cancerígenas, que irritan las mucosas; lanzadas al aire,
diluidas en el agua, posteriormente respiradas entre todos y que nos cojan
confesados.
Esta misma mañana pude ver a un
camión, de conservación de la red de carreteras, circular a baja velocidad por
el arcén de la nacional A4, entre Sevilla y Carmona, que portaba un buen
deposito e iba pulverizando, en cantidad más que considerable, los márgenes de
la carretera, que lindan con el arcén de la misma, donde venían creciendo las
plantas silvestres.
Hace unas semanas, en la
urbanización donde vivo, pulverizaron todas las palmeras, que son del orden de 200;
le aplicaban un tratamiento contra el picudo rojo, escarabajo que está
terminando con un gran número de palmeras en Andalucía.
De la forma en que se protegían
los operarios que aplicaban el tratamiento, me temo que bien peligroso debía
ser el líquido pulverizado. Cuando fue cayendo la noche, salí a dar un paseo y
el olor era penetrante, así que desistí rápidamente de terminar lo que había
empezado y me refugié en casa. Al día siguiente, todavía, recorría las calles
un olor diferente a cualquier otro día del año.
Comprendo, que ya muchos habrán
justificado que hay que aplicar tratamientos o de lo contrario, las plagas
terminarán con todos los cultivos, árboles o, bien, nos comerán las malas
hierbas como algunos le llaman a las hierbas silvestres, que su función han de
tener en este mundo, cuando año tras año vienen y nos visitan.
Una vez más, el hombre toma su
papel de dueño y señor, sabelotodo e inconsciente de los efectos colaterales y
lanza a los vientos toneladas de venenos, para que nos lo repartamos como
buenos hermanos. Casi siempre sucede lo mismo, son de las pocas acciones que el
hombre comparte caritativamente, reparte la miseria que le sobra en forma de
basuras, restos de las fabricaciones o de los procesos productivos e
industriales, porquerías que se esparcen por los campos, por la atmosfera o por
los mares. Contaminación por todas partes porque ya hace mucho que los procesos
encaminados a dar beneficios se anticiparon, tienen prioridad sobre la salud,
el bienestar general, etc.
No es hablar por hablar, se puede
ver desde hace años, los intereses industriales, empresariales, productivos y
generadores de beneficios para las grandes corporaciones, están respaldados por
una justicia débil, amparada por los gobiernos inconscientes y corruptos, que
juegan a lo que quieran las multinacionales, siendo permisivos con toda su porquería
lanzada al planeta, en diferentes formas.
Esta es la mierda nuestra de cada
día, hasta que nuestros pobres cuerpos, que luchan para absorber y neutralizar,
cuanto pueden este despropósito, aguanten.
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