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Estudiar es
maravilloso, podríamos decir que en el estudio se encuentra la esencia del
saber, del aprender, y que con todo lo que se trabaja a fondo, uno se va
formando y culturizando, pero eso sucede si hay tiempo para ello, si reposan
los conocimientos, si el ritmo es el adecuado, pero ocurre que casi siempre hay
demasiadas prisas, el profesor debe acabar un temario o, al menos, apurarlo
cuanto pueda. Tal vez, los profesores tengan una obligación impuesta desde
arriba para dar unos conceptos mínimos y corren, enseñan a la carrera porque
hay que fijar la fecha del examen correspondiente, en gran parte de
memorización de conceptos que en pocos días se
van a olvidar.
En el sistema
educativo actual te meten demasiados datos en poco tiempo, las prácticas son
escasas e igualmente apresuradas cuando las hay. En muchas ocasiones se dedica
demasiado tiempo a perfeccionar sistemas arcaicos que no te vas a encontrar en
la vida real, pero lo defienden diciendo que sin dedicar todo ese tiempo a eso,
no sabrías interpretar lo que los ordenadores o las máquinas te facilitan. Creo
que no estaría de más invertir el asunto, o sea, que se viera de paso lo que es
obsoleto hoy en día, y se dedicara mucho más tiempo al trabajo que se acerca
más a cómo se realiza hoy en el mundo laboral. Sin embargo, está ocurriendo lo
contrario, lo que se ve de paso, mínimamente, son los procedimientos de trabajo
reales y actuales.
Tengo que
suponer que los señores y señoras, que programan lo que se debe estudiar en
cada curso, deben ser personas sobradamente preparadas para ello, quizás, los
mejores debido a la trascendencia que tiene la formación en la vida de todos
los estudiantes para su futuro profesional. A pesar de ello, sigo sin llegar a
comprenderlo del todo, la formación profesional tiene sus prácticas al final de
haber cursado y aprobado todas las asignaturas, supuestamente para poner en
práctica todo aquello que se ha aprendido desde las mesas de las aulas, pero
cuando se llegue y se enfrenten los temas en la realidad laboral, puede que te
suenen las cosas, que algo recuerdes, lo que estoy seguro es no podrás evitar
sentir un poco o un mucho de inseguridad. El camino de la educación debe ir más
por la enseñanza dual, estudiar al tiempo que se trabaja en una empresa,
evidentemente, en el mismo sector y especialidad que se estudia. Creo que tan
solo de esta manera sucederá que al acabar los estudios, las personas se
sentirán adaptadas al puesto de trabajo, a las tareas propias del mismo y no
padecerán esa inseguridad propia de la inexperiencia.
La memoria
está bien y es necesaria, es nuestro particular disco duro en el que podemos
encontrar información aprendida, pero todo no es memoria, hay que saber
discurrir y deducir, hacen falta otras cualidades que permitan y faciliten
resolver problemas, situaciones reales, a ser posible desde el primer día de
trabajo, y eso se aprende viviéndolas. Cualquier carrera universitaria o
Formación profesional, tiene y debe simultanearse desde el primer día de clase
con un puesto de trabajo real en una empresa para que se lleve al mismo tiempo
los datos, la información teórica-práctica con el desempeño real, con las
situaciones reales de la profesión a la que se aspira en un futuro próximo. ¿Se
imaginan un abogado recién titulado que se haya llevado todos los años de
estudio asistiendo tres horas a un bufete de profesionales del derecho,
viviendo en directo todos los lances propios de la profesión? Cuando esa
persona acaba su carrera, a los cuatro o cinco años, está harto de ver casos de
todos los colores, ha escuchado e intervenido en reuniones donde ha podido
presenciar qué medidas ha adoptado el profesional que hacía de mentor, y ha
aprendido no solo memorísticamente en las aulas, sino en la realidad del
despacho. Igual en el resto de las profesiones, si la enseñanza fuera así, se evitaría
esa etapa tan desagradable del titulado que se siente inseguro en el mundo
laboral y, por tanto, representando un cierto peligro e ineficacia durante
algunos años hasta que acumula cierta experiencia profesional.
Ahora viene la
segunda parte, cómo se consiguen empresas para acoger a todos los estudiantes,
de nuevo si no viviéramos en un sistema que va a por el dinero y lo antepone al
aspecto humano y de mejora del colectivo, todos se prestarían, no tendrían tan
en cuenta el retraso que puede suponer prestar atención al estudiante y a su
preparación, no lo traducirían en dinero. La vista se asentaría a una distancia
mayor, importaría la preparación del otro, no se le vería como oponente o
futuro competidor sino como otro profesional al servicio de aquellas personas
que lo pudieran necesitar y se le trataría de preparar lo mejor posible, no
como sucede en algunos casos. ¿Alguien os ha comentado alguna vez de un “aprendiz”
de alguna profesión, al que le han asignado un trabajador experimentado para
que le ayude y vaya aprendiendo, pero que se queja porque trata de que no
aprenda, no le deja ver ni le explica cómo soluciona los problemas, cómo
arregla las averías, etc.? Esto es frecuente, lo he oído ciento de veces y lo
he vivido en mis propias carnes. Hay quien quiere sentirse indispensable en su
empresa y no comparte lo que sabe, trata de ocultárselo a sus compañeros…
seguimos con la rivalidad y la mal proclamada competitividad. Tiene que
importarnos los demás si pretendemos progresar como sociedad, también como
humanidad. Eliminar al otro no es la solución por muchos que seamos en el
mundo, lo es saber vivir con el otro, colaborar con el otro y abordar proyectos
ambiciosos y revolucionarios con la ayuda de cuantos más mejor por el bien de
todos. Hay muchos que siguen sin enterarse de nada.