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Una nueva
visión o interpretación para el asunto de la pandemia del coronavirus se me ha
ocurrido, será una gilipollez, puesto que los científicos, médicos y sanitarios
deben estar quebrándose el cerebro. Se me ha ocurrido que, tal vez, el
coronavirus fuera un tipo de virus latente que todos tengamos en nuestro
organismo, y que está despertando debido a alguna causa desconocida para la
gran mayoría, porque entiendo que la minoría que pueda conocer la realidad del
asunto deba callar para no alarmar ni perjudicar, aún más, la economía mundial.
¿Y si el
coronavirus, o COVID-19 estuviera viéndose afectado por radiaciones 5G, de ahí
su epicentro en China?, ¿dirían que el causante de la epidemia es la tecnología,
las nuevas frecuencias emitidas por el mundo?, ¿serían capaces de proclamarlo a
los cuatro vientos, o mejor aún, darían marcha atrás al explosivo e innovador
sistema de comunicaciones al que todos los operadores de telefonía se han
sumado en mayor o menor medida? Lo cierto es que estamos jodidos o preocupados,
la infección recorre el mundo mientras unos hablan de cerrar fronteras y otros
publicitan sus agencias de viajes, sus negocios relacionados con el movimiento
de la gente por el mundo y la hostelería. La industria no tiene capacidad para
atender la demanda internacional de mascarillas de papel, ¿cuándo iban a soñar
sus fabricantes con haber marcado un hito mundial de ventas? Desgraciadamente
así es, no pueden servir la cantidad de mascarillas necesarias para sentirnos
más seguro… al menos, mentalmente, porque creo que todo puede entrar por
cualquier holgura entre el rostro y la mascarilla.
Como todo es
negocio, incluso por encima de las perspectivas de que podamos caer como
chinches, las aseguradoras de salud privada, las que tanto han defendido los
políticos partidarios de la privatización, ya han dicho que no cubrirán los
tratamientos y cuidados provocados por esta epidemia… ¡los primeros en sacar su
culo!... ¡por si acaso! Así es la solidaridad en el mercado en función de los
euros, cumplir con su obligación de mantener con salud a su asegurado queda
relegado a la merma de beneficios en sus cuentas de resultado. ¿Cómo es que
mientras todo va bien y te llevas todo el año pagando la prima del seguro,
nadie se manifiesta?, ¿cómo es que cuando realmente se necesitan los servicios
y la ayuda, las coberturas se encogen, siempre existe la letra pequeña que
nadie lee, en la que restringen las excelentes protecciones que todos los
comerciales aducen en el momento de la venta de la póliza.
Los antiguos decían:
¡Qué Dios nos coja confesados!, esto va bien para los creyentes, mejor para
ellos, pero esto no cuenta con la protección divina, ¿no creen?, ¿por qué se
expande tanto?... ¡estamos solos ante el peligro!, como los toreros, según ese
otro tópico taurino. Y como el negocio no cesa, ni siquiera en momentos como
estos, ya se apresura la industria farmacéutica a través de sus palmeros y colaboradores,
para lanzar algo más de fango contra las terapias naturales y la homeopatía, se
apresuran para advertir de los riesgos de su uso, y según ellos, de su
inocuidad. No defiendo nada porque no sé nada al respecto, pero me he sentido
engañado tantas veces con las medias verdades y los mensajes tendenciosos y
surrealistas, dudo de muchas cosas, contemplo que, una vez más, nos estén
ocultando la verdad.
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