Imagen: energiatoday.com
Como saben,
hace solo una semana se producía el derrumbe del vertedero de materiales
peligrosos, tóxicos y hasta cancerígenos (amianto), en Zaldibar (Vizcaya). Las
autoridades locales, ante las continuas quejas de sus vecinos por los malos
olores de los vapores que se escapaban de la lengua de materiales que corrió
colinas abajo, decían que las mediciones eran normales que no entrañaban ningún
riesgo para la salud, pero casualmente no sería así puesto que en esta misma
mañana ya dicen lo contrario,, que nadie abra las ventanas de sus viviendas,
que no las ventilen y que se abstengan de hacer ejercicios al aire libre, es de
suponer que el aire que se respira por allí no ha de ser nada saludable. No es el
único caso de este tipo, en muchas más ocasiones y desde hace años, no hemos
sabido qué hacer con los residuos tóxicos, peligrosos o radiactivos producidos
por la actividad industrial, química, farmacéutica o energética de nuestro
país, igual en el resto del mundo. De hecho, existen los pocos nombrados
cementerios de materiales radiactivos, un ejemplo de ello es el del Cabril
situado en la Sierra de Albarrana en la provincia de Córdoba, o el depósito de
desechos nucleares de Zorita en Guadalajara. En la actualidad siguen con
actividad siete centrales nucleares en nuestro país: Almaráz I y II en Cáceres,
Ascó I y II en Tarragona, Cofrentes en Valencia, Trillo en Guadalajara y Vandellós
II en Tarragona. Cada una de ella sigue generando residuos radiactivos que hay
que enterrar o hundir en el mar. Deben saber que a doscientos kilómetros de
Asturias existe la llamada Fosa Atlántica en la que hundieron 140.000 toneladas
de desechos radiactivos, a cuatro mil metros de profundidad, en bidones
metálicos con varias cubiertas de hormigón y otros materiales para que traten
de resistir el paso del tiempo. A pesar de ello, del intento por alejar cuanto
más mejor los residuos, quién nos asegura que el Planeta está a salvo con este
método, ¿la fauna y flora marina están libes de peligro?, ¿llegarán sus
consecuencias a nuestras mesas? Esa costumbre de amontonar residuos peligrosos
no termina bien como recientemente nos ha demostrado el anteriormente
mencionado vertedero de Zaldibar, o como en 1988 nos sorprendió la rotura de la
presa de contención de Azanalcollar (Sevilla) y sus fatales posteriores
repercusiones de contaminación medioambientales de tierras, flora, fauna y
aguas circundantes. Según el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino,
entre 1987 y 2008 se produjeron 35 accidentes en el territorio nacional con
consecuencias graves para el medio ambiente, ¿qué estamos haciendo con la parte
del Planeta que nos corresponde conservar?, lo mismo habría que preguntarlo
para el resto de núcleos poblacionales, en todo el mundo están generando basura
peligrosa y nadie pone fin a esto. Lo justifican, dicen que es parte del precio
a pagar por progresar, pero yo siempre lo cuestiono, ¿se adoptó la mejor y más
eficaz manera de producir tal o cual elemento, o se optó por el más económico o
el que mayor beneficio generaba? En la sociedad del capitalismo nada queda
claro cuando se trata de rentabilizar la gestión o a la actividad, ya hemos
sido testigo demasiadas veces de la insensibilidad de los mandamases de la
economía mundial. Somos conscientes de su inconciencia, de su poca humanidad y
de sus medidas, muchas veces, genocidas para una parte de la población mundial.
Creo que siempre que se plantee una tecnología nueva se ha de saber cuáles
serán sus repercusiones para la humanidad, no solo valorado como adelanto
tecnológico o técnico, sino como posible enemigo de la salud de las personas,
los seres vivos en general, los ecosistemas de todo tipo, y no permitir
productos que inunden de desechos y enfermedad este Planeta. Toda la industria
mundial ha de revelar la forma en que eliminará sus desechos industriales, sus
productos obsoletos y los residuos generados en su producción antes de poner en
el mercado un nuevo producto, y las autoridades darán el visto bueno a su producción
y comercialización, o la detendrán hasta que descubran cómo hacerlo sin poner
en peligro al medioambiente. Ahora vuela sobre nuestras cabezas la ilusión que
nos han fabricado con la innovación del 5G, pero nadie nos ha advertido ni
informado firmemente de las posibles repercusiones para nuestra salud, si es
que las tiene, nadie certifica tampoco lo contrario. Faltan leyes severas y
reales, justas y sobra miedo hacia el que posee el dinero, a esos también hay
que pararles los pies porque están convirtiendo el Planeta en una balsa de podredumbre
peligrosa para los seres vivos, para el aire que respiramos, para la tierra que
pisamos y para las aguas que bebemos. Los gobiernos mundiales miran hacia otro
lado como si el Planeta pudiera con toda la mierda que se esconde en tal o cual
agujero, pero no sé si los humanos y demás animales seremos capaces de
incorporar en nuestros organismos la radiactividad, la toxicidad de los
productos que se lanzan al aire cada día por toneladas en todo el mundo. Nadie
pone freno a esas industrias que fabrican muerte cuando existen otros productos
con efectos similares sin ser tóxicos. Para todo será tarde porque las
autoridades siempre toman medidas para dentro de treinta años, pongamos por
ejemplo. Nada es para mañana si se trata de meter un dedo en el ojo del que
está matando lentamente la vida en el Planeta Tierra.
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