Estoy a un día de comenzar una
nueva etapa en mi vida laboral, mañana a las 6 de la mañana empieza la nueva
actividad. Ya me he marcado los nuevos
horarios para cenar, acostarme, etc., y me embarga cierta emoción esta puesta
en escena. He comprado mi ropa de trabajo y estoy deseoso de aprender las
nuevas funciones, adaptarme al puesto de trabajo, sin olvidar el agradecimiento
que siento por haber encontrado trabajo a mi edad y en las circunstancias
actuales que padece la economía del país.
No obstante, reflexiono y
comprendo que este es un medio pero no es el fin. Este es un acontecimiento
externo, necesario para la subsistencia aunque no imprescindible para ser
feliz. Mi felicidad brota de mi corazón, del fondo de mí ser, es un componente
de la vida que soy, y siempre que me viva desde lo que soy no hay cabida para
la infelicidad.
Una vez entendido esto, y
comprendido que en el fondo solo somos gozo, dejemos a cada cual en su sitio.
La mente es mente, y el corazón es corazón, pero no llevemos lo que sentimos a
la mente para hacer una traducción en pensamiento. Oigamos nuestro corazón,
hagamos lo que nuestros corazones nos digan, y nos irá mejor.
Los sabios dicen que no hay que
hacer nada, es posible que muchos lo hayáis oído pero no sepáis como aplicarlo
o integrarlo en vuestras vidas. Es bien sencillo, se trata de estar convencido
de que no puedo interferir en la vida, como energía que da lugar a todo lo que
es, con las diversas formas en que las encontramos. Por otro lado, estar
igualmente seguros de que yo soy la vida, esa vida, esa energía inteligente que
es equilibrio, plenitud, amor e inteligencia. Y por último, que no tengo que
hacer nada puesto que ya soy todo lo que he expresado: equilibrio, plenitud,
amor e inteligencia.
Como todo es ya, no metas la
mente, no hagas cocteles, no enturbies, y por el contrario, confía en ti, que
eres la vida auténtica ya, pero no te lo crees. Ahí está todo el problema. Y
comenzamos una búsqueda, damos vueltas, leemos de todo, visualizamos de todo,
asistimos a todos los congresos, conferencias, etc., distrayéndonos, porque la
esencia que pretendemos alcanzar ya la somos. Es como si ignoraras que las
llaves de tu casa las tuvieras en tu bolsillo, y como lo ignoras das vueltas
por todos los rincones de la casa buscándolas, le preguntas a todos los que te
encuentras, tratas de recordar dónde estuviste, qué hiciste y hasta haces un
recorrido mental; pero las llaves no aparecen. Las llaves siguen tan panchas en
tu bolsillo, pero tú no sabes que están ahí.
Yo soy la energía de vida, a mi
no me puede pasar nada, solo soy la energía de vida que soy, y la vida solo
fluye. Mi mente tiene que entenderlo, tiene que ser flexible y coherente con lo
que mi corazón siente, porque este es lo más profundo de mí. Mi corazón es uno
con la vida, es sabio y por tanto merecedor de toda mi atención. De él solo
brota sabiduría y amor, porque es solo eso. Si creo tener un problema tan solo
tengo que consultar a mi corazón, que él sabrá que hacer o como vivir la
situación. Cuando esto se hace así, se vive con seguridad y con alegría.
No siempre salen las cosas redondas, la mente
está ahí, la he alimentado durante muchos años, le he dejado, por ignorancia,
ser el centro durante muchos años de mi vida, y a veces sale en tromba provocando
alguna incoherencia. Tendré que cuidar este aspecto, mirarle, aceptarle pero
conscientemente, y entablar una charla amistosa con mi mente para que llegue a
comprender que no es ella el centro, sino que es la vida el centro y el corazón
su mensajero más directo.
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