Vivo cerca del
aeropuerto de Sevilla, a unos seis kilómetros de distancia, en una
urbanización. A veces algún avión, que no es lo habitual, vuela sobre las
casas, a escasa altura y por el sonido me da la sensación de que se fuera a
estrellar contra las viviendas. Justo en ese momento me estremezco hasta que oigo
como se aleja. Siempre pienso cómo se debe vivir cuando se está en un estado de
guerra, porque en esos momentos en los que escuchas aviones tan cerca, después
debe de llegar el sonido de las terribles explosiones, provocadas por el
impacto de las bombas contra los edificios o contra la tierra.
Tiene que ser
horroroso vivir pendiente del azar de que unos de los proyectiles vayan
dirigidos hacia donde vives o hacia donde estás en esos momentos. El miedo te
ha de recorrer todo el cuerpo, las personas han de ser presas de la angustia y
la ansiedad. Esa no es forma de vivir y nadie debería de pasar por eso, menos
aún cuando tu formas parte de la ciudadanía trabajadora, que nada tienes que
ver con el terrorismo que hacen algunos o con las ideas fanáticas-religiosas de
otros.
Cualquier
guerra que haya en el mundo se ha de finalizar, hay que poner fin a la locura
de la muerte y la eliminación, a los actos salvajes de quienes los cometen y aquellos que los alimentan. Se tiene que
terminar el negocio de las armas, porque estas solo significan muerte y terror.
Tendría que hacerse un pacto mundial de eliminación de las armas y una
reconversión del sector fabricante de las mismas, utilizar sus factorías para
nuevos productos que nada tengan que ver con la muerte.
No puede el
hombre seguir siendo un depredador de sus semejantes, no puede un país invadir
a otro por la fuerza de su potencial bélico, no se puede seguir asesinando
inocentes y no se puede utilizar a estos como escudo humano para evitar ser
atacados. No se puede seguir causando tanto dolor a la población mundial, pues
aunque no estemos en guerra, afortunadamente, se sufre y mucho con el dolor
ajeno. No pueden seguir sucediéndose las noticias que hablan de destrucción, de
casas destruidas, de personas que se quedan en la calle y que lo han perdido
todo, de niños que se han quedado huérfanos o de personas que han perdido a
ocho o diez miembros de su familia, etc.
Creo que
tenemos que cuestionarnos qué estamos haciendo con nuestro potencial mental,
dónde estamos dejando nuestros sentimientos, en qué clase de salvajes nos
estamos convirtiendo y cosas así; esto no es normal. Hace mucho que salimos de
las cuevas, que éramos homínidos que nos habíamos erguido sobre dos piernas y
que según dicen con las manos libres hacíamos uso de ellas para construir
herramientas y con ello evolucionó
nuestro cerebro hacia el homo sapiens. ¿En el fondo, si nos referimos a las
atrocidades de la guerra, en qué hemos avanzado?
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