Cómo va a ser
que curarse o seguir viviendo sea cuestión de dinero. Cómo es posible que
exista un medicamento que cura la hepatitis C, pero que por su alto precio no
se le administre a los enfermos y mueran. Cómo puede pender la vida, de un
millón de pacientes de la hepatitis C, de la capacidad y la voluntad de la
Administración o de que quiera pagar esos tratamientos.
Cómo es
posible que se investigue para alcanzar el remedio definitivo a tal enfermedad
mortal, pero la sustancia química junto a todo ese trabajo realizado y los
beneficios que se pretenden, ante la gravedad de la enfermedad, llegue a
alcanzar un precio tan descabelladamente prohibitivo.
Esta misma
mañana, en la misma línea informativa, escuché en una emisora de radio el
testimonio de una madre, que tenía un chaval de diecisiete años a quien le
habían diagnosticado una enfermedad rara, que le iba contrayendo los huesos.
Sin embargo, sus órganos crecían y tenían un tamaño adecuado a su edad, por lo
que iban a resultar comprimidos. Todo este proceso óseo, contaba la madre, le
provocaba grandes dolores generalizados en todo el cuerpo. Añadió su madre que
en la comunidad autónoma donde residían se negaban a suministrarle ese
medicamento, que en algunos hospitales lo habían dado a pacientes con esta
misma enfermedad y habían mejorado mucho. El problema reside en que en su
comunidad autónoma no está registrado como un medicamento autorizado para ser
recetado por la seguridad social, sin embargo, entendí, que había otras
comunidades del territorio español que si lo suministraban a sus pacientes.
Todo esto nos
indica que la salud y la vida están supeditadas al dinero, o sea, que todo
negocio y ninguna humanidad, como viene sucediendo con la forma de gobernar en
España, durante los últimos años. La esperanza de vida se ha de poner a la cola
de los negocios y de los intereses de los laboratorios privados, de los intereses
de nuestras instituciones y muy posiblemente de las comisiones que se tengan
que desviar en las compras de tan necesarios productos.
Una vez más se
pone de manifiesto o se evidencia, que la vida de las personas les importa un
carajo a los dirigentes de los más diversos ámbitos de la Administración
pública.
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