Ya se
aproxima la Navidad y en los prolegómenos, como cada año, en unos minutos
comenzarán los aparatos radiofónicos y televisivos a emitir el sorteo de
Navidad. Si paseas por tu ciudad será inevitable pasar junto a la ventana de
algún salón de alguna vivienda, que no deje escapar la consabida musicalidad de
los niños de San Ildefonso…treinta y cinco mil cuatrocientos veintiséis… dos
millones de euros…
Hemos
alcanzado, una vez más, unas fechas consumistas con las disculpas de hacernos
regalos y reunirnos para comer, un día o un par de días en el año que los
dedicamos a acercarnos al resto de la familia, ¿qué sucede todo el tiempo
anterior y posterior para que no lo hagamos? Nuestras obligaciones y
preocupaciones nos mantienen distanciados de nuestras familias, ¡es una pena!,
pero es así. Ya lo de consumir, va por otros derroteros comerciales adjuntos y
programados, sí, nos han programado para que pasemos por las tiendas y centros
comerciales a dejar un pastón en regalos. No son suficientes los abrazos
sinceros y los besos, hay que comprar regalos para entregárselos a nuestros
familiares, y es que le hemos cogido gustillo al asunto, así que también
esperamos los nuestros, los que nos den a nosotros… ¡los comerciantes están
encantados! Además de los regalos, compramos cantidad de comida y bebida para
poner nuestras mesas a tope, y cuando se marchan todos, en cada casa hay comida
para seguir con la misma dieta una semana.
Al mismo
tiempo que esto sucede en millones de hogares, pocos se acuerdan de aquellos
que nada tienen, ni siquiera un hogar. Por esto, les dedico mis pensamientos y
mis deseos de que mejoren sus condiciones de vida, que no les falten alimentos
que llevar a sus bocas, que se sientan felices, que sanen si están enfermos.
Cuando brinde lo haré no solo por nosotros, por los que estemos festejando la
Navidad en casa, sino también por todos los que menos tienen y más necesitan,
por todos los enfermos para que sanen y por todos aquellos que estén viviendo…
o, mejor dicho, malviviendo por las causas que fueren. La Navidad no puede ser
un tiempo para exaltar nuestro egoísmo y la insensibilidad hacia los demás, ha
de ser un tiempo de reconciliación con nosotros mismos y las demás personas.
Siempre estoy a la espera de que la inteligencia del ser humano se manifieste
no solo para alcanzar logros que al final solo tienen una traducción monetaria,
sino para contemplar a la totalidad de la humanidad y hacer planes de futuro y
progreso para el conjunto de la misma. Soy un soñador, lo sé, quizás utópico,
de esto llevan muchos tachándome toda la vida, pero a pesar de ello la
conciencia del resto de la humanidad no se aleja de mí, me siento integrado en
el todo que formamos, y todo cuanto se organice o proyecte ha de alcanzar hasta
el último ser humano que habite en la faz de la Tierra. Los gobiernos mundiales
no pueden seguir tratando de crear riqueza para unos pocos, porque todo lo que
surja del esfuerzo de la gente y de los recursos naturales del Planeta, ha de
ser repartido entre todos por igual. Una confusión ya normalizada ha sido
permitir que algunos sean inversores particulares, y que amparados en su dinero
puedan llevarse más que nadie, así lo justifican, así lo justifica esta
sociedad capitalista carente de humanidad. Las inversiones siempre debieron ser
realizadas por el conjunto de la población, a través de sus órganos de gobierno
para el bien de toda la población, de toda la sociedad, y así en cada país, en
cada Estado, procurando la cooperación de todos los ciudadanos de la Tierra,
para que no estuvieran excluidos del reparto de la riqueza y beneficios
logrados con el trabajo común. Como yo lo entiendo, es como si fuéramos una
gran comunidad de vecinos que adopta las medidas necesarias para el bien de la
convivencia de todos. Que hace faltan puestos de trabajo y al mismo tiempo hace
falta fabricar tal o cual producto, pues entre todos, con nuestros impuestos se
construye un edificio apropiado para tal actividad industrial, se dota de la
maquinaria adecuada, se seleccionan a las personas acreditadas, formadas y válidas
para cada puesto y a funcionar. Si los Gobiernos se hubieran preocupado de los
problemas de la gente, y los hubieran antepuesto a sus intereses personales y
de sus correspondientes formaciones políticas, a todos nos iría mucho mejor.
Para
finalizar, que las bolas les sonrían, que los premios les lleguen a las
personas con menos recursos económicos, que la Navidad sea un tiempo de alegría
y gozo para todos sin exclusión alguna, y que la magia de la vida nos dé a cada
uno aquello que más necesitemos para llegar a ser mejores personas.
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