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Como todos
tenemos nuestra propia opinión, nos es fácil abrir la boca y decir lo que
pensamos de cualquier asunto, mucho más complicado es estar en la piel del que
vive una situación que le hace opinar de una forma determinada. Nadie está en
la mente del otro, ni ha vivido, exactamente, lo que ha vivido el otro, por
tanto, habría que preguntarse: con qué autoridad dice lo que dice. Estoy seguro
que podemos hablar de casi cualquier cosa, pienso que todos lo hacemos en más
de una ocasión, pero confieso que tomando conciencia del asunto, es como para
callar. Hay asuntos indignantes, al menos desde los puntos de vista que
desvelan y difunden por los medios, y esto hace que en un acto impulsivo nos
manifestemos. Callar es mucho más difícil, aceptar las tortas impasibles lo
interpretamos de cobardía, así que tomamos vela en casi todos los entierros
aunque no conozcamos al difunto. ¿Tú lo has presenciado con tus ojos, te lo ha
dicho, sin intermediarios, el autor de los hechos?, pues entonces solo sabes lo
que ten han contado, pero, probablemente, no lo que ha sucedido. Haciendo uso
de una frase que se asemeja a alguna letra de Sabina, diría: tenemos la boca
larga y la mente muy corta.
Hoy en día
se hace demasiado ruido, refiriéndome a hablar por hablar, a no parar de
hacerlo, se habla de una y mil cosas, muchas de ellas sin sustancia de ningún
tipo, pero para mucha gente es una forma de pasar el tiempo, incluso suelen
decir: “habrá que hablar de algo”, lo dicen porque no tienen nada mejor que
hacer, no saben aprovechar el silencio, no saben estar solos consigo mismo. Son
inconscientes de la energía que derrochan por la boca y de los charcos en los
que se meten, de las tonterías que dicen, sus inquietudes, la mayoría de las
veces, son banalidades. Al mismo tiempo, ante la no presencia constante de que
tenemos un espacio de tiempo determinado y concreto para vivirlo, o sea, de
tener una existencia limitada en cuanto a tiempo se refiere, desperdiciamos tan
inconmensurable tesoro vital, muchos no saben cómo aprovechar mejor su tiempo,
sin darse cuenta de que cada segundo que transcurre ya no se repite más…, ese
nos ha sido restado de la totalidad del tiempo que tiene cada uno.
¿Es triste
este mensaje?, yo creo que no, sino más bien, una llamada a priorizar, a estar
atentos, a ser más conscientes de lo que somos, una llamada a la lucha y la
entrega para lo que de verdad importa. Habría que preguntarse: ¿qué quieres
hacer con tu vida, a qué quieres dedicarla, cómo te sientes feliz? No pierdas
de vista tu objetivo, pero has de saber dirigirte a él fluyendo con la marea
social, con la estructura creada, con las bases que rigen, con las obligaciones
y los derechos a los que nos debemos someter y, también, de los que podemos
disfrutar. Hay que ser astutos para surfear hacia el destino que cada cual
elige, hay que sentir seguridad en sí mismo, hay que conocerse mejor para no
errar en el tiro, pero sobretodo, hay que moverse, hay que intentar cosas en la
vida, cosas que sean importantes para ti. Los demás pueden desaprobarlas porque
sus mentes son diferentes, sus experiencias también y no ven lo que tú ves.
Debemos escuchar a todos, aprender cuanto se pueda extraer de sus palabras y
seguir nuestro camino, al fin y al cabo vivimos juntos pero no llegamos a
comprendernos al cien por cien, para ello tendríamos que estar en otro nivel y,
por desgracia, no lo estamos.
Camina
firme hacia tu meta, pero no olvides que todos estamos más o menos ciegos, la
máxima es respetarnos y hacer todo lo posible por llegar a amarnos. No hacernos
daño entre nosotros, modificar nuestra conducta con respecto a los demás, no
hacer daño a nadie, respetar lo que es de los demás, al otro, desearle lo
mejor, como si lo deseáramos para nosotros mismos o los nuestros… no hay otra
vía para cambiar la tendencia a la confrontación y sus consecuencias dramáticas
y violentas. Esa es una programación errónea que han difundido bajo el velo de
la competencia o la competitividad con la que no estoy de acuerdo en casi ningún
orden de la vida.
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