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Si no
partiera mentalmente de la distancia que existe entre el rey, la familia real y
el pueblo, diría que el mensaje del ciudadano Felipe de anoche, no estuvo mal.
Leer un texto bien preparado con antelación, bien pasado por el autocue,
posicionado junto a la cámara de televisión, con una cierta rigidez acompañada
de gestos bien estudiados para proyectar una imagen de serenidad y aplomo,
etc., carece de fondo, solo hay forma. Atendiendo a sus palabras, pronuncia
frases en las que de alguna forma nos encontremos todos incluidos: los
afectados por las riadas sufridas en las últimas fechas, los afectados económicamente;
habla de la desigualdad laboral entre hombres y mujeres, de la necesidad de que
haya concordia, entendimiento, unidad española, pone en valor los más de treinta
años de democracia, todo cuanto ha progresado España, su aspecto europeo y
global, su posición mundial, los avances tecnológicos habidos y los que están
por llegar, etc.
De alguna
forma, nos ha tratado de reflejar a todos o casi todos, pero como digo eso no
es fácil, no es fácil salvar la distancia entre su riqueza y la de su familia, su
posición en España con respecto al sentir de los españoles. Hay una diferencia
esencial que lastra su imagen, a él y a los suyos le viene todo por herencia,
la vida resuelta y abundante le llega por sus apellidos, nadie en este país
corre igual suerte, todos hemos tenido que hacer unos esfuerzos y soportamos
unos riesgos o amenazas de exclusión social o laboral, que él y su familia
directa no padecen. Los demás no somos unos mantenidos, los demás no tenemos
unos presupuestos anuales que nos liberen de preocupaciones económicas, ellos,
los de la Casa Real, viven en otra España a la de la ciudadanía. Ellos navegan
en un transatlántico y nosotros vamos en una barca, que se parece a una cáscara
de nuez en medio del oleaje salvaje de un mar enfurecido; la estabilidad de
ambas embarcaciones es muy diferente, cómo puede este hombre seguir diciendo y
pensando, como hacía y decía su padre, que todos somos iguales para la
Constitución española.
Su mensaje
suena bien, no diré que no, pero solo son palabras, no hay propuestas, no hay
coraje en él, no hay nada personal volcado en el mismo, hay distancia, solo es
una lectura, el cuento contado a los españoles. Ustedes dirán que no le
corresponde proponer, pero… ¿tampoco implicarse de verdad, como sí hizo en el discurso
contra el sector independentista catalán el 3 de octubre? Para que se aprecie
ese sentimiento hacia el pueblo, hay que estar con el pueblo, no a tan enorme
distancia de él, de lo contrario, lo que ha quedado patente es que ha venido a
cumplir con el tradicional mensaje de navidad, algo que cualquiera puede
redactar cuidadosamente, y con cierta práctica puede llegar a leer con una
calma similar a la del monarca. Como persona no me cae mal y le respeto, lo
mismo a su mujer, a sus padres y a sus hijas, pero la vida es bastante dura
para cada uno de nosotros, y no llego a entender que haya una familia protegida
y subvencionada por todos los españoles, no entra en mi cabeza. Son jóvenes,
los medios dicen que están muy bien formados, por tanto, deben hacer como el
resto de los ciudadanos españoles, tener un trabajo encontrado por méritos
propios, y en su tiempo libre que ejerzan esa vocación de servicio a España que
dicen tener. Esa es la parte negativa de la historia para mí, las puertas están
abiertas, o debieran estarlo, para que cualquiera que quiera arrimar el hombro
para progresar y mejorar nuestra convivencia y bienestar, lo haga, ¿cómo se le
van a cerrar las puertas al ciudadano Felipe y su familia? Las leyes deben
cambiar, pero si los políticos son tan cobardes, nada o poco cambiará, aunque a
ellos les guste llevar lemas en sus campañas en los que siempre, o muchas
veces, incluyan la palabra “cambio”. Yo no tengo nada contra la familia real,
sino que deseo que sean unos españoles más, como los demás, sometidos al mismo
código penal que el resto, que se busquen la vida como hacemos todos, que no
sean una carga económica, que no tengan más ventajas o parabienes que los demás.
Por otro
lado, esto no significa que si no hay monarquía tenga que llegar una república,
¿somos borregos o qué?, no podemos librarnos de una carga económica y meternos
en otra… la de cada presidente de la república que agote legislatura y se quede
sin trabajo. Ya tenemos un sistema, tenemos unas elecciones y un gobierno que
se forma cada vez que votamos, o mejor dicho, ajustándonos a la realidad, un
gobierno cada tres o cuatro veces que lo hacemos y a los señoritos políticos
les da la gana dejar sus diferencias al lado para defender los intereses de la
gente. De todo esto habría mucho que hablar, pues lo que conocemos no es lo
único que podría ser, hay sistemas directos que evitarían toda esta
parafernalia, por no llamarle timo, al que nos someten las leyes torpes y
convenidas en esta materia. Podríamos librarnos hasta de hacer elecciones si quisiéramos,
pero tendríamos que cambiar de chic, y hay demasiada gente comiendo de todo
este postureo electoral y acuerdos entre fuerzas políticas que ignoran a la
población española. No quiero alargarme en este asunto, ustedes lo podrán
encontrar en escritos anteriores, puesto que ya he abordado este tema y he
referido mis propuestas al respecto.
Como no
puede ser de otro modo: ¡FELIZ NAVIDAD!
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