Hasta comprar
un coche puede convertirse en una experiencia desagradable, si la falta de
claridad y coherencia están difuminadas por el aire. Si el vendedor te dice que
estás comprando un coche exactamente igual que el que estás viendo expuesto,
pero más tarde descubres que no es ese modelo tal cual. Si el precio indicado a
pie del coche no tiene nada que ver con el vehículo que estás viendo, a pesar
de que en la información indique que se refiere al modelo expuesto. Si el
precio que te ofertan es superior al indicado en el cartel informativo referido
al modelo en cuestión por el que te interesas. Si el vendedor, que te atendió,
no se encuentra en la exposición y otro compañero evade aclararte conceptos de
la oferta ofrecida por su compañero. Entonces te invade la incomprensión y no
alcanzas a justificar si el mismo coche puede tener diferentes precios según el
vendedor que te atiende y cosas así.
De cualquier
modo, toda esta parafernalia no está exenta de molestias, idas y vueltas, ves
que nadie te aclara nada, que para evadir dar información echan mano de
argumentos muy poco creíbles y hasta contrarios unos a otros. O sea, que dicen
una cosa y la contraria, hasta el punto, que viendo que parece defenderse el
vendedor, hago un esfuerzo por aclararle que lo que allí se estaba dando no
tiene nada que ver con la típica reclamación del error tipográfico de una
publicidad y que en ningún momento le estábamos reclamando llevarnos un modelo
superior o con más equipamiento por un precio anunciado inferior. Traté de
decirle que solo pretendía una explicación de por qué el modelo anunciado con un
nivel de equipamiento, igual al solicitado por nosotros, el mismo coche,
costaba doscientos euros menos al expresado en la oferta que se me había
entregado. Parecía que ejercer ese derecho a comprender lo que había ocurrido
fuera un sacrilegio, o algo muy raro y difícil de explicar.
Es lamentable
que sigamos atendiéndonos y relacionándonos con tal grado de opacidad, cuando
las cosas bien explicadas se llegan a entender y disuelven las dudas. Sin
embargo, algunas personas y organizaciones optan por el oscurantismo, los ases escondidos
en la manga, como si no se pudieran hacer operaciones comerciales con la
verdad. Y la verdad, es que el coche tiene un precio para Antoñito o Manolito,
que tan solo se debe diferenciar por niveles de equipamiento preferidos por uno
u otro o por situaciones especiales o personales que la legislación contempla
para que se beneficien algunas personas, en forma de descuentos, etc.
Es diferente,
que en el libre mercado encuentres el mismo producto a diferentes precios según
el comercio que los venda, pero en una misma tienda no debería existir una
desorganización o descontrol, que induzca a la desconfianza, debido a la poca
transparencia en el trato al cliente.
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