Millones de
personas en el mundo viven sin derechos, explotados por el salvaje sistema de
especulación capitalista. Hay quien dice que sin capital se viviría peor y,
tal vez lleven razón, puesto que la
inversión en su justa medida es necesaria para que muchos proyectos salgan
adelante, pero es demasiado habitual que la ambición excesiva de unos ahogue la
vida de mucha gente. Anoche vi un documental de DW sobre el negocio de los
neumáticos, en el que como en tantos otros sectores, los intermediarios pagan tan
poco a los productores que al final los trabajadores de los productores comen
cuando pueden y les llega el dinero. Jornadas de doce y catorce horas durante
el día y muchas noches, además, jornadas extras desde las doce de la noche a la
cinco de la mañana porque durante la noche el látex, el caucho, cae a mayor
velocidad que durante el día. Todo ello para ganar al mes, en su moneda, el
equivalente a unos ciento cuarenta euros, y cuando llueve, no trabajan y no
cobran, ese día no comen. Las imágenes de esos trabajadores era lamentable en
cuanto a pobreza se refiere, todo en contraposición con las grandes industrias,
todas ellas primeras marcas de neumáticos en el mundo, conocidas por todos, que
todos usamos en nuestros vehículos, y que venden cifras astronómicas. Todas las
industrias se negaron a conceder una entrevista a los responsables del
documental, el hermetismo era total, tan solo hacían escuetos comunicados por
email que guardaban un paralelismo entre una empresa y otra, en cuanto a que
ellos empleaban materias primas provenientes de zonas del mundo donde se
respetaban los derechos de la gente y de los trabajadores que intervenían en la
recolección del caucho que transformaban. El sudeste asiático produce el
noventa por ciento del caucho que se consume en la industria, y el documental
mostraba la imagen de cómo vivían los trabajadores de Tailandia y Camboya, dos
claros ejemplos de la explotación y la pobreza vinculada a un sector súper millonario.
Este es un
ejemplo más de lo que sucede a los productores en origen de cualquier producto,
¿cuántas veces hemos visto imágenes en informativos de televisión en los que
productores de leche tiraban miles de litros al suelo porque les pagan una
miseria?, ¿cuántos productores dejan que se pudran sus cosechas porque les
pagan tan poco que no pueden contratar mano de obra para que las recojan? Ese
mundo especulador de intermediarios forrándose a costa de los que
verdaderamente se dejan la salud trabajando, es un mal muy generalizado, que
forma parte de esa parcela capitalista especulativa que habría que eliminar de raíz.
Es hora de que se entiendan los que venden con los que producen, eso no
afectará a los precios sino todo lo contrario, es muy probable, si son
honestos, que los precios bajen y todos ganen más. El intermediario invierte,
comprando toda la producción para colocársela a ciertas cadenas comerciales llevándose
un pastizal. El comercio aplica su margen y todo lo pagamos nosotros, el que
casi no ve el dinero es el que lo cultiva, el que lo trabaja, el que lo recolecta,
que le pagan una ridiculez.
Con una
Administración pública competente, se podría habilitar un departamento a
disposición de los productores que hiciera las veces de intermediaria sin ánimo
de lucro, sino como una ayuda a los productores en origen, facilitándoles la
venta de sus productos a los comerciantes. De este modo, los productores
recibirían un mejor precio por sus productos y los trabajadores de esos
productores podrían recibir un salario justo equivalente a su trabajo y
esfuerzo. Evidentemente, si la Administración media, ha de hacerlo en todo,
también en la legalización y regulación de las condiciones en que están los
trabajadores: contratos, cotización a la Seguridad Social, salarios, etc. Esto
sería tener una Administración pública que velara por el bienestar de la
ciudadanía. Se puede hacer muchas cosas para mejorar la forma de vivir de la
gente y la Administración y los políticos tienen potestad para ello, hace falta
la voluntad y tener un poco de conciencia e imaginación.