La vida
política del país es como el día de la marmota, amanece un nuevo día y todo
parece repetirse, de las disputas por la investidura no salimos, con ello todos
los medios de comunicación permanecen anestesiados, atontados, apresados y
dando pábulo a la rivalidad por el poder. Mientras esto sucede nadie habla de
posibles soluciones, de propuestas, todo gira, lamentablemente, alrededor de
los sillones y la desconfianza que se tienen los participantes en el día de la
marmota.
Las cámaras y
los micrófonos siguen quedándose fuera de esas reuniones con las pretenden
llegar a un acuerdo para dirigir al pueblo por los caminos que ya tienen
designados y marcados los poderosos. Siempre será así por la cobardía de todos
los que llegan a la cumbre del poder, ninguno realmente gobierna según las
necesidades de la población más pobre, sino según los intereses de la más rica,
porque es la que les da dinero, les financia, les enriquece y les ofrece cargos
honoríficos en consejos de administración de sus grandes empresas. Este es un
cuento que se repite, es un molde que los políticos no se atreven a romper y,
ni tan siquiera, denunciar abiertamente, yo creo que se la juegan, no solo a
ser destituidos, sino que dependiendo del tamaño de su osadía, también
físicamente, pueden eliminarlos… total, un envenenado, o uno que se suicida por
las buenas en la habitación del hotel. Ya hemos tenido implicados, que el
sistema consideraba débiles y, por tanto, en riesgo de que dijeran cosas
inoportunas y desaparecieron en condiciones un tanto extrañas, recordemos
algunos de los últimos: Rita Barberá o Miguel Blesa.
Desde mi punto
de vista, vivimos un sistema perfectamente mafioso al que le han dado en llamar
democracia, pero que como tantas veces hemos oído en manifestaciones de la
ciudadanía: “No lo es”, vamos, que no es una democracia. La democracia es
atender lo que el pueblo dice, y para ello hay que articular fórmulas para
conocer lo que el pueblo quiere y, mira qué casualidad, los referéndums, salvo
en momentos críticos o extraordinarios y siempre que sean aprobados
expresamente por el gobierno, están prohibidos, nuestra Constitución, bueno la
de ellos, la de los artífices de esta falsa democracia, no los autoriza… en
Cataluña fue un “crimen” sacar urnas, ya ven la que se lio y el tiempo que
llevan en prisión los políticos que promovieron el referéndum para conocer si
los catalanes quieren, o no, la independencia. Por otro lado, un referéndum
promovido por la mafia gubernamental española sirve para lo que sirve, solo si
los resultados son los esperados por la mafia, de lo contrario, el resultado,
lo que pide o dice la ciudadanía no es atendido, ejemplo de una encuesta que se
recogió oficialmente sobre la intervención de España en la guerra de Irak para
ayudar a EEUU a saquear el petróleo iraquí y destruir el régimen y el país, una
gran mayoría de ciudadanos se manifestaron en contra de tal acción bélica, pero
Aznar, miembro del trío de las Azores, hizo oído sordo a la decisión ciudadana
y nos metió en aquella farsa. Nuestro empleado privilegiado Aznar, nos hizo
participes de una invasión por los intereses de un país ajeno y de su amigo
Bush, cedió la soberanía de España, poniéndola a sus órdenes, en lugar de
atender a los que le pagamos. Esa es la democracia que entienden todos estos
constitucionalistas de tres al cuarto, que exhiben pulseritas con los colores de
nuestra bandera, pero que son corruptos y se llevan, en muchas ocasiones, sus
dineros a algún paraíso fiscal.
En España hay
que salir del día de la marmota en la que tienen retenido el tiempo para el
progreso, hay que poner fin de una vez por todas a la idea de partidos
políticos porque es seguir el juego de los poderosos. Ellos desean
fragmentación, disputa y que no nos pongamos de acuerdo para evitar la fuerza
que adquiriría la población nacional si estuviera unida. Una forma de lograrlo es que haya cuanto más
partidos mejor, pero nosotros y nosotras deberíamos tender a dejar al lado la
idea de partido y solo ser políticos, personas con deseo de hacer algo,
libremente y voluntariamente, por nuestro país, que es lo mismo que decir:
hacer algo para mejorar la vida de todos y todas. Vamos a dejarnos de términos
clasificatorios, vamos a despertar de este mal sueño de colores, signos,
izquierda y derecha, y vamos a por lo que interesa de verdad: pleno empleo,
encontrar la fórmula para obtenerlo, menor dependencia de los inversores,
especuladores y medios financieros ajenos a nuestro país, independencia real de
los tres poderes, acabar con el fraude de todo tipo y la corrupción, vamos a
convertir las prisiones en industrias, vamos a modificar las leyes para
conseguir cerrar las filtraciones de impunidad existentes por intereses de los
que han gobernado hasta el momento. Aunque todo está prácticamente hecho, hay
que retocarlo casi todo, porque obedece a un sistema corrupto que beneficia a
las clases más altas y es temeroso de estas, por tanto está sometido a ellas,
se arrodilla ante sus mandatos y estos condicionan las políticas que salen del
parlamento. ¿Cómo puede decir alguien que se dice republicano, que se siente
muy bien representado por el rey? Toda clase de subvenciones tienen que
desaparecer, excepto las que sirven para socorrer en casos de absoluta
necesidad. Los impuestos de los españoles no pueden ser la ONG de los políticos
para ganar votos entre ciertos colectivos, o para sustentar empresas de sus
amigos o familiares, a los que se les conceden créditos que nunca son devueltos,
sin que ello tenga consecuencias.
Hay mucho por
hacer si se desea hacer las cosas bien, debemos dejar el apego a un sistema
amañado, mafioso y corrupto, hay que limpiar a fondo, hay que pedir
responsabilidades a los delincuentes, hayan ocupado el cargo que hayan ocupado,
se debe implantar una verdadera justicia, hay que acabar con la prescripción de
delitos o, que los poderosos puedan librarse de ir a prisión porque pueden
pagar su libertad. Hay que retener a los delincuentes hasta que hayan devuelto
hasta el último céntimo robado, defraudado y hayan liquidado sus deudas con sus
víctimas. Hay que ir de verdad, o seguimos en la mierda en la que estamos.
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