Vivir sin esperar nada, no hay
recompensa externa porque esta pasará, y entonces entristeceremos. La vida es
en sí, sin complementos, porque lo demás es perecedero y no podemos cimentarla
sobre algo que, tarde o temprano, desaparecerá. Por tanto, solo nos queda
nuestro interior, nosotros desde lo más profundo hasta lo más trivial de
nosotros mismos.
Debemos ser, en todo momento,
conscientes de quienes somos tratando de ver de qué estamos hechos, qué
pensamientos, costumbres, reacciones, etc., hemos aprendido a dar en cada
situación; así como conocer el para qué y el por qué de nuestra forma de hacer
las cosas.
Tenemos por delante un trabajo de
atención constante, que no termina hasta el final de nuestros días, al menos
que el estado de realización se complete en nosotros. Ahí, entiendo se acaba el
trabajo porque se deja de responder de forma inconsciente para hacerlo desde la
lucidez mental y la armonía con la energía de vida que somos todos.
En ese estado hay ausencia de
egoísmo, ausencia de reacciones, se conoce la verdad y eres amor, estás
realizado. Se han actualizado tus capacidades, eres uno con todo, por tanto
tienes conciencia de la humanidad y de todo lo que es, eres un ser coherente.
Esto no es un sueño, ya estamos
todos a medio camino, unos se hallan unos metros más adelantados que otros,
porque todos podemos marchar hacia la actualización de nuestro potencial, de
hecho lo hacemos a través de nuestras experiencias, con un aprovechamiento
mayor o menor, según cada caso, dependiendo del grado de atención con el que
vivimos.
Lo importante es que esta predisposición
es real, está sucediendo y de que se avanza lentamente hacia ella. Lógicamente,
quienes no tienen ni siquiera la intención de caminar, avanzarán menos que
aquellos que dirigen sus pasos de un modo más conscientes hacia esta meta, que
nuestras capacidades adormecidas nos permiten alcanzar.
La realización no es un derecho
privado de unos pocos, en un principio todos tenemos cartas parecidas, pero
algunos no quieren jugar, otros no conocen el juego, otros no se dieron cuenta
de que tenían sus propias cartas, otros quieren jugar con las cartas de otros,
y otros quieren la baraja para ellos. Hay de todo, y como vemos muchos están
desorientados, por ello solo alcanzan, el estado sublime y digno del ser humano,
unos pocos.
Un buen comienzo es tener noticias
de ello, y a partir de entonces vivir con mayor atención a los por qué y los
para qué de nuestra forma de actuar, para llegar a comprender como estamos
funcionando. De ahí hasta llegar a aceptar que somos nosotros los responsables
de nuestra vida, y darnos cuenta de que vivimos un proyecto común con el resto
de la humanidad, y que por ellos nos debemos respeto, y de que en el fondo
todos somos inocentes y victimas de nuestras experiencias, de todo aquello que
nos hemos tragado porque nos faltó valentía para decir no en algún momento de
nuestras vidas. Hasta comprender que debemos ser seres coherentes con una
moneda de cambio universal, llamada amor, transparencia, cooperación, para
alcanzar la libertad interior y el gozo, al que llamo porque sí, pues no
depende de nada externo para manifestarse, para estar presente.
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