La vida siempre está dándonos
algo, cualquier situación que vivimos nos aporta, estamos constantemente dando
y recibiendo, una palabra contiene una energía, ha sido dicha en un contexto,
con una intención, con un tono, y por tanto vibra de una manera peculiar en el
aire. Con los gestos sucede lo mismo, y hacemos uso de muchos, miramos de una
determinada forma, reproducimos sorpresa, admiración, alegría, tristeza,
tocamos, abrazamos, en general expresamos nuestro estado de animo, le decimos a
los demás queriendo y sin querer, como nos encontramos o aquello que deseamos
compartir.
Es por ello, que hay una
comunicación continuada de esa información personal, para que comprendamos cuán
interesante e importante es estar atentos, para leer y recibir, porque somos
emisores todo el tiempo. Esta comunicación es valiosa y nos une, nos hace que
nos conozcamos más los unos y los otros, nos hace sintonizar, y se producen los
momentos mágicos, aquellos que nos llevan a confiar completamente en otras
personas, y abriéndonos a tope, volcamos información profunda, aquella que no
siempre se comprende con el intelecto pero que resuena en el interior, y que
ella sabe como ha de ubicarse, y desarrollarse en el receptor. Esta acción de
compartir desde lo profundo es realmente gratificante, parece que se produce
cuando alguien lo demanda desde su interior, porque solo se produce en momentos
concretos, empezando a fluir, con cierta facilidad, un contenido difícil de
expresar, pero sale, es compartido como en un modo de predicación de tu verdad,
pues tienes la sensación de compartir lo más auténtico o valioso que contienes.
Cada persona ha vivido tanto,
tiene tantas experiencias, ha aprendido tanto, que es enriquecedor oír con
atención y captar lo profundo de aquello que parece un simple relato cotidiano.
Esto es posible con atención y verdadero interés, sintiendo, abriéndose y sin
tratar de procesar con la cabeza. Estimando al otro, respetándole, amándole,
porque es igual que tu, igual que yo, si hacemos cada cual un pequeño esfuerzo,
en este sentido, lo conseguiremos, alcanzaremos las relaciones y la
comunicación con los elementos necesarios para que se de satisfactoriamente y
nos enriquezca. Obtendremos momentos de silencio y de atenta escucha, que
valdrán su peso en oro, y nacerán las maneras más propias, más moderadas, que
permiten la fluidez de las relaciones y las comunicaciones; haciéndolas más
profundas, más ordenadas, más pausadas, más respetuosas y más comprensibles.
Todos tenemos las capacidades
necesarias para alcanzar la sabiduría, pero tendremos que procurarnos las
condiciones adecuadas, tener la intención y dirigirnos, al menos tratar de
enfocarnos en esa dirección. Esas cualidades se desarrollan a diferentes
velocidades, dependiendo de cuanta atención se le preste, y por supuesto que
hay trabajos que ayudan a acelerarlo, pero la comprensión de la base, que
constituye los pilares de un vivir recto, digamos para que lo entiendan todos,
como se suele decir: con la verdad por delante, con honestidad en todo aquello
que hagamos, con respeto, con ausencia de egoísmo porque los demás también
cuentan, están ahí, tienen tantos derechos como tú, les corresponde tanto bienestar
como a ti, son tan importante como tú, ninguno somos el centro, sino que este
lo constituimos todos, y todos somos en el fondo lo mismo: energía, amor e
inteligencia.
Si cambiamos un poco el chic, con
pleno convencimiento, y nos relacionamos con inteligencia amorosa, empezando a
respetarnos en todos los sentidos, colaborando los unos con los otros, veremos
que no hay que irse a ningún lado, ni hacer nada extraordinario, para vivir en
el paraíso.
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