Si dices lo que piensa, pero no
es aquello que la otra persona quisiera oír, eres conflictivo; porque estamos
preparados para deleitarnos con lo que deseamos escuchar. Comprendo que es difícil
tener que plantear a un colectivo ciertas condiciones, que deban de ser
aceptadas por imperativo legal, y claro que alguien cuestione la forma o el
contenido fastidia el invento, no facilita la rendición del grupo, hace ver a
algunos aquello en lo que no habían caído, y esto da pie a la discusión.
El que tiene poder para imponer,
adapta las normas a sus propios intereses, siendo lo cómodo y factible que la
parte contraria se someta, en los términos previstos y calculados, sin
manifestarse; eso sería lo ideal para el que quiere imponer el modelo, pero no
todos pensamos del mismo modo, ni todas las medidas nos parecen a todos igual
de justas. Sin embargo, y a pesar de ello, el método de la injusticia
unilateral se encuentra my extendido, siendo poco rebatido, generalmente, por
miedo a la autoridad y al poder del que trata de imponer sus condiciones.
Tenemos la mala costumbre de
estar tirando cohetes, todo el día contra alguien, contra el más débil por
abuso, contra el que destaca para tratar de hundirle un poco, etc., pero cuando
aquellos que se sienten lastimados por el comportamiento de los otros, y tras
largas veladas de presión externa se plantan, dejan de hacer el papel que
quiere asignarle el colectivo, trata de poner fin a aquel libertinaje, entonces
resulta el agredido un ser antipático, antisocial, intolerante, o
definitivamente conflictivo.
Si sigues la corriente marcada
por el colectivo, si te igualas a ellos y asumes el rol de la nulidad personal,
eres de P.M., pero si eres tú con la misma libertad que cada uno de ellos puede
ser ellos mismos, entonces se defienden diciendo que bromeaban, y eres tu el
que vuelve a quedar mal a sus ojos. No sabes como acertar al menos que te
quedes callado y bailando a su ritmo, entonces eres un tío o una tía
cojonudo/a.
Somos muy suspicaces,
interpretamos muy subjetivamente, estamos defendiéndonos, atacando para
prevenir el supuesto ataque, nos justificamos ante la autoridad, dejamos al de
al lado a la altura del betún, somos muy complicados y superficiales. Nos
cuesta mucho llamar a las cosas por su nombre, y dar la cara en las situaciones
en las que las partes implicadas están presentes. Muchos, en esos casos,
acostumbran a suavizar la situación de muy diversas formas, generalmente
faltando a la verdad, bien, escondiendo la cabeza, bien, donde dije digo, digo Diego.
Dejar pasar la mano
constantemente, no comprometerse, no ser disciplinado, no implicarse, etc.,
parece ser el deporte nacional de muchas personas, y claro está, al estar tan
extendido tales comportamientos, tratar de caminar recto, disciplinado y con
responsabilidad, empieza a ser visto como de bicho raro por muchos de los que
componen aquel pelotón. Exigir tus derechos, opinar y tratar de llamar a las
cosas por su nombre sin esconder la cabeza, es de incorrecto, impulsivo, y de
persona conflictiva.
Tenemos que estar atentos a todo
esto, a como procedemos, tener la suficiente humildad para reconocer nuestros
errores, la suficiente valentía para dejar de criticar, las suficientes agallas
para respetar a los demás, para aprender de ellos, y el suficiente coraje como
para empezar a amar a los demás. Debemos tratar de ser un poco más objetivos, y
de todo lo dicho yo deseo ser el primero en aprender más. No obstante, hay
asuntos que jamás se hubieran resuelto sin el grado de conflictividad
correspondiente.
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