Que difícil es en ocasiones que el
humor, la intención, o la forma en que elegimos relacionarnos, encajen sin
ningún tipo de reminiscencia o reserva alguna. Comprendo que somos espejos los
unos de los otros, y sé que no debemos dar más importancia de la que en sí
tienen las manifestaciones de los otros. Pero, mostrarse abierto, parecer o
situarse como un objetivo fácil, al alcance de los demás, y lo que lamento es
que seamos despiadados con nuestros seres próximos, aquellos que en cada
momento tenemos cerca, con los que interactuamos.
No obstante, esa acción de espejo que tenemos
los unos para los otros, aprovechémosla para conocernos, para ver nuestras
carencias, y con ello, podamos mejorar cada día. Porque no tiene sentido errar
cada día en lo mismo, tropezar en las
mismas cosas, y mucho peor para mí, y con ello quiero expresar que es
obligación para mí, que me lo exijo sólo a mí, la obligatoriedad de mejorar
cada día por el bien de la humanidad.
Hace unos días escribí sobre las relaciones,
y comprendo que he recogido parte o mucho de lo que estoy escribiendo, pero
debe ser que estoy en contacto con ciertas dificultades de comprensión o
comunicación con un cierto grupo, que medio en broma, medio en serio se va
destapando, va adquiriendo el protagonismo, y muestra su arrollado
comportamiento charlatán, que tanto se opone a los momentos de concentración y
silencio, que tanto me satisfacen.
La lucha no es la solución, ninguna forma de
violencia lo es, porque las personas que se sienten atacadas difícilmente
razonan. De esta forma, la gente llegamos a crear situaciones de las que les
llamamos: “el rosario de la aurora”, o “se armó la de San Quintín”. Me alejo de
esto aunque en tiempo no dudaba en exigir mi espacio a pesar de que el otro se
sintiera mal, si yo creía que existían motivos suficientes.
Ahora no me interesa este camino, no lo
quiero, no confío en que vaya a solucionar nada, creo más en la cualidad de
flexibilidad, y con ello vengo a decir que reconozco que no tengo razón, que no
quiero calificar a nadie, que no es bueno para mí estar disgustado con nadie,
que valoro el caminar juntos, que creo en la cooperación, en la ayuda, que soy
uno más, que todos tienen su capacidad de decidir, que cada cual es libre en
este mundo, y parte de un todo sutil que constituimos la humanidad.
Asimismo, pienso que la humanidad tiene la
posibilidad de crecer, de hacer grandes cosas, de conseguir grandes logros, y a
ello no vamos a llegar si peleamos entre nosotros. Extrapolando este aspecto
beligerante a pequeña escala, encontraríamos los inmensos conflictos entre
poblaciones enteras, entre países, etc. Horror que no produce nada beneficioso
a las personas, que no representa ningún progreso a los pueblos, sino todo lo
contrario, representa el fracaso humano y el nacimiento de los peores
sentimientos, mejor dicho: resentimientos.
¿Qué podemos hacer? Aprender a poner cada uno
de nosotros lo mejor que tengamos en cada momento y situación. Pensar en
positivo, apreciar mucho más lo que hacen y dicen los demás, y por supuesto
tener la intención de amar mucho más a los demás, sean quienes sean los que te
rodeen, y sean cuales sean sus intenciones, acciones y aciertos o errores.
Porque debemos de aprender todos de todos, y a su vez mejorar cada uno de
nosotros, como posible solución a los problemas del mundo.
El género humano tiene que cambiar, tenemos
la obligación de hacerlo o destruiremos todo este “tinglado”.
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