Los San
Fermines de Navarra, la fiesta donde las personas corren entre los toros,
apiñados y a toda velocidad. Donde la gente es corneada por los astados, donde
otros se caen y son arrollados por la demás gente, también a veces, por los
toros. Otros años hemos visto como se formaba un tapón en la entrada a la plaza
de toros, y se han pisoteado unos a otros, también han llegado los toros
velozmente y se han lanzado contra la multitud en un gesto de querer saltar la
montonera. En definitiva, es una bestialidad que da angustia ver por televisión
y que no llego a entender como es permitida tal fiesta del horror.
En este caso
no es por defensa de los animales, pues es cierto que al menos en la carrera no
sufren demasiado, sino que es por el peligro al que se exponen los corredores.
Ya sabemos que lo hacen voluntariamente, pero creo que si en todos los órdenes
de la vida se legisla para preservar la salud de las personas, es una
incongruencia que se permita esta feroz exposición de la vida en pos de la
diversión y la tradición. Esta probabilidad de sufrir un accidente grave la ven
con buenos ojos las autoridades navarras y el Gobierno central, aquí no importa
si te matan o cornean, pues la fiesta va por delante. En el coche es
obligatorio el cinturón de seguridad y en los trabajos el uso del arnés o del
casco, pero en los San Fermines se corre a pelo, solo con una camiseta, en
condiciones de aglomeración, donde se expone la vida y nadie dice nada, no se
regula nada y se saltan todas las reglas de la seguridad de las personas. “Esto
no ha quedado recogido en la famosa Ley de Seguridad Ciudadana, con todo lo que
ha intentado mirar por nuestra seguridad el Gobierno del PP”.
Al hilo de lo
que vengo diciendo, me gustaría incluir el arte del toreo, hermoso arte al que
le sobra el castigo al toro. Sería extraordinario si se prohibiera el daño que
se le hace al animal. Hay que desarrollar el arte, la coreografía torera, pero
sin infringir castigo. Hay que prohibir que le pongan banderillas, que le
piquen y por supuesto que le maten y menos en público. Es una vida y por tanto
es un asesinato realizado para el divertimiento de la gente. Toda esa parte
lesiva sobre el animal se debe eliminar del arte del toreo. Creo que no hay que
llegar más allá y no se debe dejar a los aficionados sin el disfrute de este
hermoso espectáculo, de ese arte, pero en los términos expuestos, sin que se
haga daño al morlaco y mucho menos llegar a matarlo. No obstante, siguiendo el
hilo conductor de la primera parte del escrito, el torero es un trabajador que
expone su vida con tan solo un trozo de tela en sus manos, algo contrario a la
Ley de Prevención de riesgos laborales. ¡Esto es muy delicado! y se tiene uno
que preguntar cómo unos riesgos son claramente sancionables y otros, que pueden
costar la vida, son permitidos.
Sin querer
ofender a nadie, pero al menos habría que matizar estas actividades de tanto
riesgo, por la seguridad de todos los actores: personas y animales.
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