Han pasado doce días terribles, y
el desenlace es el que por sentido común la cabeza nos advertía: el niño,
Julen, ha aparecido sin vida. No era lo deseado para nadie, pero las
circunstancias mandan, el rescate ha sido laborioso, han surgido muchos imprevistos
a pesar de haber contado con un gran equipo humano y técnico que ha trabajado
sin cesar. No obstante, desconocíamos los daños que esa criatura pudo sufrir en
la caída, a lo que hay que sumar doce días sin comer y sin beber… era poco
probable un final diferente. Una vez más, la desgracia ha tocado a las puertas
de esa familia de Totalán, que como saben tuvo que enterrar a otro hijo cuando
tenía tres añitos.
La vida ha veces tiene estas secuencias
incomprensibles y dolorosas, es por ello que, para no darle facilidades
deberíamos ser lo más impecables que nos sea posible. Aplicado lo dicho a los
hechos sucedidos, el pozo debería haberse realizado con conocimiento de las
autoridades, en primer lugar. Después, una vez visto lo infructuoso de los resultados,
no haber conseguido hallar agua, que se hubiera tapado de nuevo; es lo que
corresponde, pues ni se debe dejar la Tierra como un colador, llena de agujeros
y, mucho menos, dejar el pozo abierto o mal cubierto, porque el peligro ya lo
hemos vivido todos, puesto que todos hemos seguido las noticias lamentables,
días tras días.
Por qué suceden estas cosas
habría que preguntarse. Creo que es el resultado de la irresponsabilidad de una
buena parte de la población, y de ciertos individuos en particular. El dinero
tiene una gran parte de la culpa junto a la educación y los principios. Hay una
gran cantidad de personas que todo lo traducen en euros, en este caso, el
pocero hubiera tenido que emplear algunas horas en verter la tierra extraída en
el agujero perforado, y esas son horas de trabajo del operario suyo, son mayores
costes de combustible, mayor desgaste de las máquinas empleadas, etc., y eso se
antepone, como hemos visto, a la más que probable pérdida de la vida de una
persona, una rotura de pierna de un adulto, o cualquier otra desgracia.
Este ha sido un caso, pero puede
haber más en el futuro, porque como nos hemos podido ir enterando en estos
días, pozos en parecidas circunstancias hay cientos por muy variados parajes de
nuestra geografía. Tenemos el Seprona, cuyas vías de actuación son los caminos,
los lugares rurales, etc., estoy seguro que con las debidas órdenes podían
hacer mucho más, sobre todo, bien respaldados por una justicia sin resquicios.
No podemos seguir sin atender las leyes, haciendo cada cual lo que le venga en
ganas y, mucho menos, poniendo en peligro la vida de los demás. Las leyes se
deben aplicar con mayor severidad y los castigos deben ser más abultados y
temidos; a ver si de esa manera los infractores se cortan un poco, empleando un
giro coloquial. Ya que no obedecen por aceptación de las obligaciones propias
de convivir en sociedad, que lo hagan por respeto a la ley, por miedo a las
sentencias que les puedan caer encima.
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