Cuántas horas de retransmisiones
radiofónicas y televisivas, cuántas letras desperdiciadas en prensa y redes
sociales, cuántas palabras plasmadas por todos los medios disponibles para
llenarnos la cabeza de imbecilidades a los que unos y otros no quieren dar
solución: la guerra independentista catalana, el artículo 155, la violencia de
género, los de la manada, los que lanzan el arma de la ultra izquierda contra
otros, los que hacen lo mismo llamando a los de enfrente ultraderecha; todos
están haciendo lo mismo para entretenernos sin que suceda nada, solo para
mantener vivo el teatrillo político social de corrupción e impunidad… el PSOE,
ahora en el poder no ha pronunciado ni una sola palabra en ese laberinto de
inutilidades para condenar a los que nos han robado mediante los EREs, ¿ha
escuchado usted a nuestro presidente en ese sentido?, ¿dónde están los buenos,
dónde los nuestros?, no hay buenos, es a la conclusión que llego, los que se
meten en el sistema corrupto, se manchan, se pudren, son comprados, moderan su
lenguaje, les son impuestos los límites, y callan, callan para siempre. Nos
gobiernan cobardes, hacen ruido, eso sí, alimentan el show radiofónico, de
prensa y televisión, se atreven con las redes, les llaman de todo y aguantan el
chaparrón porque les interesa más el poder, el dinero y el futuro prometido.
De cuando en cuando airean un
leitmotiv para avivar la emoción popular, el sentido de la falaz lucha que nos
llena los oídos. Ahora, le ha tocado el turno al partido VOX, se ha convertido
en la nota discordante del panorama político y de la pseudodemocracia por la
que tantos platos ficticios sobrevuelan las cabezas de los asalariados
públicos. Juegan con eso, con las emociones de la población, con las
necesidades que tenemos, con los deseos de progresar que albergamos, juegan con
nuestros dineros, juegan con el poder que se han otorgado a nuestra costa.
Pedro Sánchez es tan inútil como lo fueron los anteriores presidentes, porque
el sentido del honor lo perdieron de tanto militar en las barracas de lo
turbio. Los partidos son eso, cloacas de engaños, estafadores de los dineros
para emplear más dinero que nadie en sus campañas y tratar de asomar la cabeza
un poco más que los otros, a ver si de esa forma consiguen más votos, lo que
significa más ingresos y mayor poder. Cuando llego a este nivel de rechazo siempre
hago una reflexión o, más bien, una parada porque distingo entre los grupos
políticos de los pueblos, luchadores de años con escasos medios, involucrados
con la gente mucho más cercana de la vecindad, porque en los pueblos todo el
mundo se conoce… ¡es diferente! En mis acusaciones, le voy a llamar así, me
refiero a los grupos que van tomando cierto cuerpo o volumen, las organizaciones
a nivel regional o nacional que son más “partido”, que “gente”; o sea, son más
del partido y siguen estrictamente los dictámenes del partido, aunque eso
suponga apartarse de la ciudadanía por el interés del partido. El político del
pueblo sigue siendo pueblo, mantiene una relación más estrecha con el pueblo,
es más abordable, siente más de cerca el problema de la gente, pero conforme
avanza el poder y la distancia… “el problema es de la gente, no de ellos”.
Hasta ahora las tintas las he
cargado contra los políticos por ser los monigotes de los poderes monetarios,
todo lo hacen para no jorobar a los de la pasta. El miedo es que dejen de
invertir según dicen, pero no hacen leyes para impedirlo y coger la delantera a
la posible reacción de los que terminan engañándonos o estafándonos. El miedo
es que trasladen sus fábricas o que hagan que el desempleo aumente, y les digo
lo mismo… porque no tienen valentía para anticiparse como buenos jugadores de
ajedrez o estrategas. Hay que poner fin a ese condicionamiento por el que
aquellos marcan los pasos a seguir a toda la sociedad. Nosotros tenemos
nuestros dineros que ponemos entre todos y debemos ser capaces de abastecernos
de todo lo que necesitemos, incluidos puestos de trabajos, sin tener que
depender de los inversores financieros, los gánsteres del dinero.
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