Arde un símbolo arquitectónico y
turístico de Paris, se derrumba buena parte de su cubierta así como la aguja de
93 metros de altura que encumbraba la catedral. Lloran los parisinos, los
franceses y se lamenta medio mundo por la pérdida patrimonial y artística. Este
suceso me ha hecho pensar y darme cuenta de la falta de humildad de
construcciones como la de Notre Dame, que como sabemos las tenemos por muchas
ciudades de nuestro Planeta. Siempre intervinieron la Iglesia por un lado, los
reyes y los grandes señores feudales, me imagino un clima generalizado de
pobreza de la población mientras algunos, unos pocos, ordenaban construir obras
de esa envergadura que tardaban varios siglos en culminarse. Mientras tanto,
guerras contra los enemigos, conquistas y cantidades imposibles de controlar
que se dedicaban a lo uno y lo otro, a pesar de que el pueblo lo estuviera
pasando mal.
¿Qué sentido tienen esas
exageradas construcciones? Supongo que resaltar el poder del cielo y el
terrenal, ¿tanto hacía falta para convencer y acojonar a la gente? Si hoy en
día se ven como obras impresionantes cuando han quedado embebidas por los
edificios de las ciudades modernas, ¿qué debió ser y resaltar entre terrenos baldíos
y casas aisladas?, ¿cómo debía quedar una construcción tan lujosa y ostentosa en
medio de caminos de tierra y, tal vez, campos de cultivo. Se hace extraño
interpretar la manera de pensar y actuar de los que dirigían la vida religiosa
y, de aquellos que ejercían el poder contra la población de la época. En medio
de la nada, qué significaba tan majestuosa construcción, ¿sin ella era
imposible vivir?, ¿con ella la gente vivía mejor? Ahora, decimos que muchos han
perdido el norte, pero yo creo que esto viene desde antaño, quizá, nunca lo
hayan recobrado. Antes y ahora, la gente ha necesitado y necesita comida,
trabajo, medicinas, atención sanitaria, escuelas… vivir, pero algunos creyeron
que eran necesarias las ostentosas construcciones como símbolos de distinción y
poder. Creo que andamos equivocados desde los principios, creo que nos
distanciamos de los valores humanos desde la antigüedad. Han habido muchos que
produjeron para sus propios intereses y no para el de la ciudadanía. Creo que
pronto fuimos demasiado egoístas, algo que muchos aprovechan para decir que el
género humano es así. Los que dicen eso nos hacen daño a todos, nos restan la
posibilidad de, al menos, dudar o de que indaguemos y lleguemos a saber cuánto
podemos dar de nosotros mismos.
No me conformo con lo que dicen
muchos, sé que somos mucho más de lo que ellos ven, tenemos unas cualidades que
nos hacen soñar con un mundo enormemente mejor que este. Algunos nos conducen
por el sendero monetario y yo trato de tener presente que debemos transitar por
el camino del corazón, de la igualdad, de la equiparación, de la justicia, de
la verdad, del amor, de la colaboración y la cooperación. Hay que poner fin a
tanto engaño comercial y productivo, a la falsa rivalidad competitiva, a la
lucha de patentes y productos, a la falta de compromiso y responsabilidad
frente al resto de los mortales y frente al Planeta.
El centro de todo somos nosotros,
los seres humanos, los seres vivos, y el sistema no respeta ni a unos ni a
otros. El centro de la vida no son las catedrales y todos esos signos soberbios
de otros tiempos. La gente sigue enganchada a la majestuosidad de lo que
significó siglos de trabajo, no sabemos en qué condiciones, en medio de
momentos de hambruna generalizada y enfermedades que se propagaban en forma de
epidemias, porque algún rey incitado por representantes de la Iglesia y con la
ayuda de algunos señores feudales, decidían invertir en una mega construcción,
que era más necesaria que remediar la escasez entre las poblaciones.
Ya sé que esto no gusta, hay
demasiados estómagos llenos, que cada día saben que no faltará sus platos de
comida para volver a saciarse, que prefieren que en sus ciudades haya arte o
cultura, también le llaman así, antes que logremos un sistema social que nos
favorezca a todos. Para mí la piedra es piedra y nunca le voy a dar el valor
que tiene la humanidad, la gente, los pobladores y sus necesidades.
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