Le titulo así, porque cada día es
menos serio y trascendente el asunto de la vida política en nuestro país, igual
en el resto del mundo. Lo que sí es seguro es que nos va a costar una pasta que
se celebren las elecciones, de eso no nos escapamos, para ello ya se guardan
bien las espaldas los mismos que tienen que proponer las leyes. Por tanto, ya
habrán puesto valor al escaño, ya estará preparado todo ese cuento de las
circunscripciones y los porcentajes que niegan la presencia de los minoritarios
ante el rodillo del apisonador mayoritario.
La integridad política la
demuestran como en los casos de los fugados de ciertos partidos, que habiendo
militado treinta años en un partido se marchan porque no les han dado el puesto
que ellos creen merecer. Treinta años de PP, en un instante se convierten en
pasión naranjita, es como caerse del caballo y del golpe volverse creyente,
pues a algunos negarle ir en una lista de los primeros, le ha abierto los ojos
de repente. Hace tres días renegaban de los naranjas, pero se van con los
naranjas a las primeras de turno… ahora son más naranjas que una mandarina…
¡Oh, milagro!
Esta es la vida política, cuando
unos proponen no pasar de dos mandatos, o sea, ocho años, otros no saben lo que
es trabajar en toda su vida fuera del feudo del partido. Hay cantidad de gente,
como muchos de los viejos de la política, que no han sido productivos para el
país en absoluto. Hay cantidad de parásitos succionando el jugo de la gente a
través de esas asociaciones subvencionadas llamadas partidos políticos.
No pienso bien de ellos porque se
venden a los poderosos, porque abandonan su línea de pensamiento para ponerse
al servicio de aquellos y del dinero. No estoy con ellos porque venden igualdad
al tiempo que favorecen la desigualdad. No me gustan las puertas giratorias ni
que privaticen las empresas públicas rentables y necesarias para que la gente
pueda vivir mejor y sin miedo. No me gustan cuando legislan contra la
ciudadanía para favorecer a los que les ofrecen los retiros dorados en lugares
de excelencia y exclusividad como pago de su sometimiento cuando estaban en
algún gobierno.
No poder dar pasos hacia la
libertad de pensamiento y acción, es secuestrar la ilusión de las personas. Yo
no quiero una democracia en la que como norma siempre se impone una mayoría a
lo que desea una minoría, sin atender a lo que propone una y otra, o discernir
qué es mejor para todos. No se debe silenciar a nadie, todos debieran estar
representados en el órgano director de las normas del país. Todos tenemos
derecho a estar representados aunque seamos pocos, nuestra voz también se debe
oír, y no solo porque se nos permita presentarnos a unas elecciones, sino que
si tiene votos se está representando a una parte de la población, tienen que estar
presentes. Hay que repartir la riqueza y, también, la representación en el
parlamento. Todos dicen querer un mejor reparto de la riqueza cuando está en
manos de unos pocos y no pueden hacer mucho. Sin embargo, sí tienen la potestad
de modificar las leyes para que la igualdad llegue a los escaños del Congreso,
y se pueda repartir más justamente el poder de decisión, teniendo cabida todos
aquellos con menos votos, pero no lo hacen… ¿qué igualdad propugnan?
Nos venden justicia,
independencia de poderes, nos venden transparencia, nos venden unión,
vertebración y mogollones de palabrejas e inventos políticos del momento, pero
los hechos son otros. Con los casos de trasfuguismos que citamos antes, se
preguntarán: ¿qué convicción en la ideología de sus partidos tienen esos
individuos?, pensaban en la olla, en la pasta, en seguir cobrando y estar en la
foto, el narcisismo egoísta les rebosa por las orejas… están pensando en
España, están pensando en la gente… ¡jajaja!
Estamos a las puertas de otras
elecciones e iremos a votar, iré a votar consciente de contribuir a la
subvención obligada a los partidos, al reparto de sillones, a las luchas
internas y externas por el poder… después de todo eso, tal vez hagan algo por
todos para justificarse.
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