Hoy de nuevo las espadas están en
alto, probablemente se dé un nuevo espacio para los pactos entre partidos si no
hay sorpresa. Hoy, de nuevo, tomamos la tarjeta censal y nos dirigimos a
nuestros respectivos colegios o institutos a ejercer el derecho al voto, con la
ilusión de que el tan ansiado cambio hacia la política humana, de la gente, se
produzca.
Hoy dejaremos caer nuestra
papeleta, la que sea, dentro de la urna, como el que juega una noche a la ONCE,
con la esperanza de que hoy sí toque. Todos vamos así porque vamos fragmentados
por ideologías y colores, sin haber sido capaces de elaborar un proyecto común
para la sociedad con la aportación de los distintos actores que debieran haber contribuido
con algo de sí al proyecto común. Pienso que si eso hubiera sido posible, y
siempre sucediera así, nos podríamos evitar las elecciones, la competición, la
disputa de poder y asientos, el triunfo de unos unido al fracaso de otros, la
alegría de unos contra la tristeza de los que se sientan vencidos.
No sé por qué, siempre estoy
hablando en otra octava, las notas hacen música, todas lo hacen, pero mal
combinadas no resultan una melodía. De nuevo me encuentro contra las
directrices marcadas en la sociedad clasista, elitista y fragmentada que
algunos desean continúe así. Somos un conjunto, pertenecemos a la humanidad,
nadie se escapa del grupo aunque decida asumir un rol diferente, vaya en
Ferrari o tenga la grifería de oro. Lo mejor que podemos hacer es darnos cuenta
de eso cuanto antes y trabajar con conciencia del grupo, desear lo mejor para
todos, ayudarnos, colaborar, cooperar, sentir al otro, querer lo mejor para los
demás, y esta forma plasmarla en un proyecto político común, apoyado por todas
las fuerzas políticas, aportando cada uno desde su conocimiento y saber hacer.
Cuando se expone que hay que
dejar de verter sustancias líquidas, sólidas o gaseosas al exterior, no es por
joder a los empresarios de las grandes industrias ni a los fabricantes de automóviles,
es porque debemos evitar que muramos masivamente como mueren las hormigas
alrededor de un hormiguero cuando son rociadas con insecticida. Es cuidar del
Planeta al mismo tiempo que cuidamos de nosotros mismos, nadie la ha tomado con
la industria, que nos hace falta para que fabrique productos que son
necesarios; hablamos de extremar las medidas para que lo que se vierta no tenga
contaminantes ni sustancias tóxicas o nocivas. Para ello, tal vez, haga falta
dejar de competir, pues esa competición por poner sus productos en el mercado
antes que la competencia, propicia descuidar qué hacer con los residuos
resultantes de la fabricación del producto. Es posible que los productos deban
aparecer más tarde, cuando se sepa qué hacer con los residuos, cómo eliminarlos
sin perjudicar a nadie, ni siquiera al Planeta.
Nos han vendido lo de la
competitividad… ¡mal asunto!, ¿dónde está el comité de expertos que seleccione
a los mejores empleados para cada tarea, función u oficio?, ¿dónde está el
comité similar al anterior, que forme a los estudiantes en aquello para lo que
son más válidos, por afición, habilidad, etc.? No estoy robotizando la sociedad
como podrían entender muchos, estoy tratando de dar oportunidad a cada uno para
ser lo que más le guste ser, trabajar en aquello para lo que esté mejor dotado.
Esta manera producirá mano de obra eficaz y eficiente, porque no es igual que
trabajar forzadamente en aquello donde te has podido meter por necesidad del guion
de tu obra de teatro personal. La persona que trabaja en lo que le gusta lo
hace con una ilusión y una eficacia que no se puede comparar con el resto, casi
todos, que trabajamos en aquello donde encontramos el hueco para llevar un
sueldo a casa. Claro que se puede optar a una sociedad diferente, en cuanto se den
cuenta los aspirantes a ocupar los puestos más altos de poder, que se puede
hacer mucho mejor las cosas pensando en los demás, importándonos los demás,
deseando cambiar las cosas para que todos progresemos y seamos más felices.
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