Imagen: lopezdoriga.com
La población
no es libre, ya lo dijo la ministra Celaá: “tus hijos no te pertenecen”, nadie
escapa a la locura de un sistema que es comandado por gente desequilibrada,
llena de problemas, sin desarrollo interior, alejado de las actitudes más
humanas, donde hay un sinfín de gente tratando de buscar su bienestar por encima
del de los demás, ignorando al resto, despreciando a muchos en algunos casos.
Creemos tener una distancia insalvable con el otro, con los demás, cuando en el
fondo, en lo más puro que somos, no hay nada que nos mantenga alejados. No
tenemos conciencia del resto de la humanidad, a muchos no les importa un
pimiento las demás personas, los demás habitantes de este Planeta.
Ni siquiera
los políticos, las cabezas más visibles de lo que ellos dan en llamar
democracia creen en ella, y si afirman creer, cómo es que manifiestan
elecciones tras elecciones su deseo de conseguir una mayoría absoluta, ¿no son
conscientes que de conseguirla poco se diferenciarían de una dictadura? Unos
por una cosa y otros por otra, nos demuestran estar como una cabra harta de
papeles, son el producto y la consecuencia de una sociedad conducida por gente
pobre, sin una conciencia desarrollada sino más bien encogida, insuficiente, efímera
e insulsa. Precisamente a esta sociedad le falta gracia interior, desarrollo
humano, efervescencia de valores que acompañen los actos diarios. A esta
sociedad le sobra oscurantismo, maldad de algunos, egoísmo de muchos para poder
llegar a entender que lo hacen mal, que perjudican a muchos con sus actos. Nos
estamos perdiendo vivir en color, en toda la plenitud de los tonos y matices
que nos ofrece la vida. Nos hemos conformado con la pobreza tachada de normal,
proyectada, programada y casi grabada en todos nosotros. Hemos sido incapaces
de investigar o romper las invisibles cadenas mentales que nos limitan y nos
obligan a seguir la conducta dictada por las clases altas cercanas al capital. No nos hemos rebelado contra nada
porque nos hicieron cobardes y conformistas, nos enseñaron a confundir ser
pisoteados con mantener una conducta correcta y educada; o sea, ellos nos
pisan, y nos hacen creer que aguantar inmóvil, soportar su presión, es ser educado y que actuamos correctamente.
Si los de
arriba están locos, solo podrán hacer un sistema o una sociedad regida por la
locura, esto es evidente, ¿por qué hemos de seguir sus pasos, por qué hemos de
conformarnos con su miseria? Ellos mismos viven en la pobreza, no conocen más
allá, es su pobreza humana envuelta en billetes de 500 euros, pero al fin y al
cabo, miseria humana. No se es más feliz por ser rico sino por estar bien,
encontrarse bien consigo mismo, amarse, hacer el bien por los demás, ayudar a
otro a ser más feliz; solo así algo brotará del interior, y eso que brota de
dentro es auténtico y más valioso que todo el oro del mundo, que todo el
dinero, etc. La gente necesita cambiar, crecer interiormente, y las
generaciones futuras podrían elevar su nivel humano si hubiera una formación
incluida en la educación, en las escuelas, desde pequeños hasta salir de la
universidad, que vaya dirigida hacia el desarrollo interior de cada uno de
nosotros. De este modo, las generaciones venideras se relacionarán con los
demás con otra calidez, con otro respeto, con otra comprensión…, con otro amor
y conciencia. Los problemas en el mundo no se van a arreglar solo con dinero si
no le acompaña una buena dosis de amor. Solo hasta que nos importen los demás,
lo que les suceda, y deseemos para ellos todo lo bueno que deseamos para
nosotros, no se solucionarán todos los problemas que padece la humanidad en
todas las partes del mundo, incluso en las poblaciones más ricas, modernas y “desarrolladas”.