Imagen: as.com/meristation
En unos días
se ha puesto de moda lo del pin parental y no se deja de hablar de ello,
sobretodo, porque volvemos a la tensión entre izquierdas y derechas, hasta el
punto de que la ministra Celaá dice: “los hijos no pertenecen a sus padres”.
Desconocemos si al decir lo que ha dicho, se quiere referir a que les pertenece
al Estado, al director de los centros educativos, les da de comer y los viste
el guardia de la Campana, o está lo suficientemente preparada para asumir que
todos somos seres libres e independientes, pero claro está, lo de libres e
independientes se parece mucho a otro problema tan candente que casi quema la
tapa de la mesa, o a ser anarquista, ambos significados no le harán ni pizca de
gracia.
Si no nos
facilita el pin de su hijo nos cabreamos y lo vamos a reclamar judicialmente,
es la amenaza del Gobierno, que vuelve a equivocarse en el método, el poder no
tiene arreglo… todo quiere conseguirlo por la fuerza y sin respeto. La escuela
debe dar a los alumnos contenidos propios de las diversas asignaturas, para el
resto ya están los hogares, las familias, sus padres, en especial cuando
hablamos de niños de corta edad. Los adolescentes de quince o dieciséis años
les presupongo con una base adquirida, que debiera ser suficiente para afrontar
cualquier tema de debate sin que se escandalicen, y con suerte, con criterio y
pensamientos propios.
No veo mal que
cualquier contenido o actividad que se aparten de las asignaturas propias de
los cursos: mates, lengua, idiomas, física, química, etc., deban contar con la
aprobación expresa de los padres. Los niños no son cubos de basura que se
puedan abrir y verter en ellos lo que se le antoje a cada profesor. La
enseñanza no debe ser llevar a los niños a donde mejor interese a los Estados,
sino a donde más convenga a los propios niños. Muchos parecen obrar en pro de
hacer adultos a los niños a edades en las que solo quieren jugar y aprender
jugando. Dejemos que los niños sigan siendo niños, y que la escuela les aporte
conocimientos, mientras en casa sus padres les educan. Siempre dijeron los
profesores que era un error pensar que los niños iban a la escuela a ser
educados. Decían que allí les daban formación, que educados debían venir de
casa, ¿ya eso no vale? La sociedad capitalista sigue empujando, urgen
ciudadanos domesticados y programados para seguir haciendo de engranajes del
sistema generador de riqueza para unos pocos. ¿Por qué no diseñan un plan de
formación que alterne los conocimientos y el crecimiento personal interior?,
¿no interesa ir hacia una población más humana?, ¿se contrapone este estatus a
los intereses monetarios?, ¿no importa la felicidad de la gente y su no
dependencia de las cosas externas para conseguir sentirse bien?
El desarrollo
interior es una de las vías para acabar con la miseria de pensamientos y
acciones de la humanidad. Ese estado avanzado del ser genera valores que ponen
fin a los daños colaterales de todo tipo, puesto que contempla el respeto por
los demás, la felicidad del otro y el amor por la humanidad. En ese estado no
tienen cabida las guerras, ni las continuas confrontaciones de todo tipo por
intereses materiales, el ser humano se sitúa en el centro y solo actúa para el
bien del colectivo… ¡esto es otro nivel!, me imagino que ya algunos se están
quedando outside, como en el fútbol. Es lógico, solo los que conocen otras
formas pueden hablar de ellas, los que nunca la vieron no pueden describirlas.
Tenemos un potencial humano totalmente ignorado porque en esta sociedad,
dirigen aquellos que nunca supieron de lo que hablo, entonces difícilmente podrán
mover una ficha en esa dirección. Por lo contrario, esos fueron programados en
serpentear la miseria social existente, haciendo uso del modelo de competición
contra los demás para elevarse cuanto más alto mejor, es un modo de creerse
subido a un falso pedestal que le encumbre de poder y dinero… ¡ahí se acaba
todas sus expectativas!, pues esta sociedad materialista no da más, solo
alcanza a posiciones de mando sobre otros y tener los bolsillos cuanto más
llenos mejor, y eso es ser muy pobres e infelices. Esa felicidad se vive en efímeras
dosis que se adquieren a golpe de talonario, yo propongo un estatus de felicidad
que brota del interior de cada persona, que es indiferente a lo que se viva o a
lo que se tenga, pero los del pin no saben nada de esto, los que prescriben las
materias a verter en el cerebro del alumnado, tampoco. Cuando los que dirigen
una sociedad son ciegos, ellos suponen que el resto tampoco ve, ¿cómo van a proyectar
una sociedad para videntes?
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