Como saben, el jueves de la semana pasada me intervinieron quirúrgicamente de una hernia inguinal, al día siguiente avisan de la residencia de mayores donde estaba mi madre que se ha puesto enferma y que debía ser trasladada al hospital, tras cinco días ingresadas, el pasado miércoles fallece. Tal como titulo el escrito, esos tres hechos, los dos resumidos, y el siguiente al que le dedicaré el resto del mismo, no tienen relación entre sí, pero todos, con muy poco espacio de tiempo, han sucedido en mi vida.
Tengo un amigo, del que no daré su nombre, pues le sigo considerando mi amigo y no quiero hacerle daño, pero me veo en la necesidad de compartir algo que estoy casi seguro se da en la vida de cada persona. Pienso que todos tenemos una amistad o un familiar, al que nos da cierto miedo llamarle por teléfono, por el motivo de que nunca sabemos cuando se terminará la conversación. A mí me sucede con este amigo, que en su afán de dar todos los datos posibles, y toda la información que conoce acerca de lo que se esté hablando o de lo que se le antoje compartir, sea o no del interés de su interlocutor, la conversación no se acaba, salta de un detalle a otro, de una referencia a otra, de un lugar a otro, o de una época a otra. Todo le vale para construir su discurso, sin darse cuenta que lo que puede ser una simple o sencilla conversación de dos amigos que se interesan por algo puntual, se convierte en una disertación de oratoria sin fin.
Ayer llamé a este amigo para interesarme por dos asuntos muy concretos, cuyas respuestas no fueron más allá de tres minutos. Sin embargo, las colas que fue pegando a las respuestas se eternizaban, y como siempre le sucede, de un tema se va a otro, de una vivencia del pasado a otra, etc., etc. Y lo que debió llevarnos esos tres minutos, más o menos, se fueron a 52 minutos. Hecho que es muy frecuente, porque no es que hable mucho, sino muchísimo. No se da cuenta que gran parte de lo que dice son vivencias personales, que él cree oportunas citarlas, y como no son conocidas por su interlocutor, te tiene que poner en antecedentes, por lo que de nuevo a la carga, saca más y más historias, y te pone la cabeza como un bombo. No se da cuenta que son temas suyos, personales, que si yo no le pregunto es porque no me interesa, o no quiero adentrarme ni curiosear en su vida personal y privada, pero ¡hala!, te lo da gratuitamente sin conciencia alguna de la pérdida de tiempo que provoca a su interlocutor.
Como amigo que es, en varias ocasiones le he advertido de cómo vivo tales situaciones, pero parece un imposible para él el poderlo enmendar. Ayer noche le tuve que grabar un audio a las tantas de la madrugada, me desperté porque estaba en la cama molesto con el postoperatorio y, de inmediato, me asaltó la cabeza la larga conversación a la que me había sometido, una vez más, mi amigo. Como se ha repetido tal situación varias veces, ya esta vez esperaba una disculpa, una vez hubiera oído mi audio, pero no, me remite esas notas escritas de Internet, en la que viene a decir que le importa un huevo lo que la gente piense de él, y a mí impulsivamente se me vino a la mente buscar una frase que dijera algo de tener el ego tan henchido, pero me contuve, no quería ponerme a su altura, era él el que necesitaba reflexionar y cambiar. Además, pensé que si alguien necesita enviar notas de lo que otros piensan o cuelgan en Internet, es un indicador de lo que uno no es capaz de pensar por sí mismo. Así que no lo hice. No obstante, como esto se repite y no estoy dispuesto a regalar más de mi valioso e irrepetible tiempo a poner la oreja a historias que yo no he pedido me cuenten, irremediablemente, no me ha quedado otra que bloquearle en mi móvil momentáneamente. No quisiera haber llegado hasta aquí, pero es mi amigo el que no se entera, ni parece dispuesto a modificar ese hábito. La vida sigue, a mirar hacia adelante, porque como dijeron los sabios, el pasado ya no es, tampoco el futuro, por lo que tan solo tenemos el presente.
Seguiremos...
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