Soy de Sevilla, nací allí, pero un día, hace treinta años, me
empadroné en Carmona porque a su término pertenecía la urbanización que elegí
para vivir. Durante estos treinta años, visité Carmona esporádicamente, casi
siempre por motivos burocráticos; temas que tenía que resolver con la
Administración. Lo cierto es que no conocía Carmona, nunca la había transitado
a fondo, no había aparcado la prisa para poder admirarla como se merece.
Sin embargo, este último año la he vivido intensamente, casi
he puesto mis pies en cada calle y he doblado casi todas las esquinas de sus
quebradas y angostas calles. Calles que se encargaron los árabes de
proyectarlas para que vivir aquí no estuviera reñido con la sombra, a pesar de
que en Andalucía brilla el sol casi cada día del año. Innumerables calles de
esta singladura conforman los barrios del casco histórico de Carmona, que aún
conservan la esencia de aquello que fue en sus días. Cuando la tranquilidad inusitada
del paseo te invade, presientes que en cualquier instante te puede abordar un
personaje de aquella época con chilaba y turbante.
Carmona es mucha Carmona, pues su riqueza patrimonial no es
cualquier cosa, cada calle viene a desembocar a un conjunto arquitectónico de
la antigüedad: una fortaleza, una iglesia, un convento, una casa palacio, sin
dejar atrás a la fabulosa necrópolis, una de las más importante de Europa.
Carmona tiene mucha historia a sus espaldas, la huella dejada por las diversas
civilizaciones que poblaron esta tierra, ha sido enormemente generosa para ser
mostrada y vivida, tanto por los carmonenses como por los visitantes.
Carmona es hospitalaria, acoge al turismo con los brazos
abiertos y con sumo respeto, pues el carmonense está acostumbrado a ver a
diario a visitantes transitando por las calles de esta bella, blanca y limpia
ciudad. Carmona es desde hace muchos años un destino turístico mundialmente
conocido, recibimos visitantes desde todas las partes del mundo y tenemos la
gran suerte de que por fortuna, atraemos al turismo japonés.
Carmona tiene arraigado como medio de vida la agricultura,
abunda el cultivo del cereal y más concretamente el del girasol, esta es la
razón de que vengan a visitarnos los nipones. La planta del girasol tiene
connotaciones sagradas para esa cultura y Carmona tiene grandes extensiones de
este cultivo, que tanto ama el pueblo de Japón.
Carmona satisface a todos, a los que buscan la tranquilidad,
a los que quieren encontrarse con la historia, a los que desean saciar su
exigente paladar con una gastronomía típica y tradicional, elaborada con
productos de sus campos; a los que gusten de sentirse bien acogidos, sin
menospreciar el entorno paisajístico rural, que invita al senderismo y a la
libertad. Carmona es todo esto y mucho más.
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