Hay momentos
en la vida, en los que por diversas circunstancias, uno llega a estar donde
está. Ni es bueno, ni tampoco es malo, es una circunstancia como otra
cualquiera y muy posiblemente sea la más adecuada para cada uno de nosotros. Se
que en ocasiones no se entiende y muchos nos preguntamos por qué tenemos que
vivir esto o aquello, pero como somos los únicos responsables de donde nos
encontramos, no cabe la queja.
Solo nosotros
podemos inventar la forma de seguir o salir del punto donde estemos anclados.
Esto se ha de entender y tenemos capacidad para ello, somos capaces de hacerlo,
podemos construir nuestro mundo si creemos en él. Debemos ilusionarnos con
nuestro proyecto, somos nosotros los que debemos creer en él, pues los agentes
externos van a reaccionar, van a tratar de imponer sus puntos de vistas. Puede
que hasta lleguen a pesar tanto en nuestras mentes, que nos tiren abajo el
tinglado, porque no todos razonamos con los mismos criterios y porque los niveles
del miedo son diferentes de unas personas a otras.
Los tiempos
que corren son para que inventemos, son los más propicios, todo lo que le
podemos agradecer es la oportunidad de habernos llevado a comprender que más
allá de nuestro impulso, autoestima e ilusión, poco hay en que ampararnos. Es
el tiempo de uno mismo, es el tiempo más favorable para dar pasos que en otra época
anterior de mayor confort y respaldo social-laboral, difícilmente se darían.
Se han
implantado paupérrimas condiciones laborales, monetarias y de seguridad, poco
podemos perder que merezca la pena, por lo tanto se ha convertido en el momento
propicio para dar el salto, para independizarse, para inventar, para crear y
dar colorido a nuestras vidas. Es momento para dejar de seguir teniendo un jefe
caprichoso y tostón, dirigiéndonos a su antojo y capricho. Es una oportunidad
para poner fin a la risa obligada y al sometimiento porque el otro es el jefe;
y lo más importante, es hora de dejar de temer por la posibilidad de perder el
puesto de trabajo, porque ya hace tiempo que lo hemos perdido.
¡Hay tanto jefe
que no tiene ni pajolera idea de lo que es ser empresario!, lo cual repercute
sobre el trabajador, que se chupa toda la desorganización de aquel, toda su
improvisación, sus exigencias, y todo ello para hacer una chapuza debido a la
ineficiencia de muchos jefes, que no saben serlo. ¿Merece la pena aspirar a un
puesto de trabajo basura, con un sueldo de mendicidad, para aguantar personajes
de este calado?, sinceramente creo que no. Tenemos que revertir la situación,
en lugar de vernos como victimas de un sistema mal gestionado, veámonos como
personas afortunadas de habernos escapado de él y, con la oportunidad de
sentirnos más libres para elegir un nuevo camino, así como la manera en que
queremos seguir viviendo, a qué nos queremos dedicar el resto de nuestras
vidas, etc.
Mano de obra
para uno mismo, dejemos a los jefes, que no empresarios, que sigan jugando al
juego de creerse que dirigen una empresa. Con los tiempos que corren, no pasara
mucho para que la vean desmoronarse, porque o se sabe lo que se hace, se marcan
unos objetivos concretos, se establece un plan de acción adecuado para la
consecución de aquellos, o todo se suele ir al garete. ¿Por qué nos vamos a confiar
a personas así, cómo podrán aportarnos seguridad en el trabajo?, yo creo que
más bien nos aportarán tensión y disgustos. Sólo nosotros podemos aspirar a dar
todo nuestro potencial en pos de nuestra idea o proyecto.
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