Ayer viví una grata velada, en la feria de Carmona,
junto a mis compañeros del Taller de empleo, por la que estoy muy agradecido a
todos ellos. Lo pasamos genial, ¡que arte, que música, que bailes! y no
hablemos de la comida y la bebida, todo estuvo magnifico. En casi todas las
casetas actúan grupos en directo, ofreciendo buena música, gente que sabe
cantar y animar. ¡Que lastima! que no recuerdo el nombre de la caseta donde
tocaban tres chavales jóvenes, dos de ellos eran primos de una de nuestras
compañeras, hicieron varias interpretaciones para quitarse el sombrero.
Recuerdo una canción de Raimundo Amador, que me llegó a lo más hondo;
sencillamente se me inyectó en vena y me puso a tono total, fue bestial,
pareciese que tuviéramos al mismísimo Raimundo delante nuestra. Habíamos bebido
bastante, pero no tanto como para estar flipando y no reconocer la que era tan
buena música, genialmente interpretada por aquellos tres chicos.
Hicimos un corrillo y nos
desatamos en el baile, todos intervenimos, nos alternábamos, nos metíamos al
centro del corrillo, nos expresábamos, bailábamos con algún compañero o
compañera en una diversión que parecía no tener fin. Y aunque todos participábamos
de una forma desinhibida, pasándolo bien, debo resaltar como me sorprendió la
casta de la compañera Iglesias, que fue capaz de decir: “aquí estoy yo”,
llenaba el corrillo ella sola, tenía genio y fuerza como para mover la feria de
sitio. Todos y todas creo que mostramos alguna parte que está ahí, que la
somos, pero que en condiciones normales no asoma. Puede que haya años, pero hay
marcha.
Yo solo estoy agradecido y
contento de haber disfrutado un rato tan maravilloso, corto porque no soy
persona de mucha juerga, pero como se dice: “lo breve y bueno, dos veces buenos”.
Ese es el sabor de boca con el que me he quedado, gracias compañeros.
Y lo bonito que lo hicieron las
compañeras, para comunicarle a Yoli el regalo que le tenemos preparado por su
boda, dónde lo dejamos. Ese abanico con esas frases poéticas, con esos
pensamientos tan sinceros del resto de sus compañeros, todo coordinado con el
grupo de músicos de la caseta para que lo anunciaran por la megafonía, para que
el acto de darle la sorpresa a Yoli fuera más impactante, es que se la montan
solas, son la leche todas ellas.
De la feria no se puede sacar una
conclusión diferente de la que ya tenía de la gente de Carmona, gente
hospitalaria, que te acogen formidablemente, aunque siempre hay quien dice que
son gente muy de lo suyo, bueno tal vez un poco, pero para nada como para que
te puedas sentir incomodo, sino todo lo contrario. Aquí la feria es para todos,
aunque una caseta tenga una persona de seguridad en la puerta, no te impide
entrar y disfrutar de la movida de esa caseta. Porque en las casetas de la
feria de Carmona, hay auténticas movidas, son espacios grandes, con sus
actuaciones en directo, que convierte a cada caseta en una mini discoteca, con
un ambientazo y un montón de gente bailando y pasándolo bien; te sientes uno
más.
Recuerdo hace años cuando iba a
la feria de Sevilla, las caravanas hasta llegar al parking habilitado en el
Charco de la Pava, este punto quedaba alejado del recinto ferial, tenias que
esperar a los autobuses, volvías a hacer colas interminables para subirte a uno
o te dabas una pechada de andar. Cuando llegabas a la feria, habían pasado dos
horas desde que saliste de tu casa y ahora si no tenías caseta no sabías donde
meterte, vueltas para un lado y para otro. Esa si que es una feria con
exclusividad para los socios de casetas.
En Carmona todo queda más a la
mano, el parking está junto al recinto ferial, a 50 metros de la primera
caseta, aproximadamente, llegas sin bullas o caravanas, las calles sin albero
ni polverío, entras en todo sitio, te acogen como si fueras uno más y el
ambiente para reventar; vamos, que es difícil no aficionarse a su feria.
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