Esta es una llamada de atención
para que cada cual, en su profesión, en la reunión de amigos, en su barrio, en
su bloque, en su casa, con los suyos o con los otros, seamos lo más sensatos, íntegros,
responsables y honestos que podamos. Creo que nos merecemos dar y recibir lo
mejor, por tanto, no podemos permitirnos el lujo de seguir desperdiciando los
mejores resultados de cuanto hagamos. No es digno del ser humano caer en la
calamidad consigo mismo y con los demás.
Esto puede parecer un sueño, una
utopía, algo irreal, fantástico, pero creo que es hora de las relaciones con
corazón y humanidad; para cuándo las vamos a dejar. Ya estamos hartos de
falsedades, de apariencias, de gente robotizada siguiendo un protocolo social erróneo
que persigue el yo más (de mejor) y, el tú más (de peor). La rivalidad entre
iguales no tiene cabida ni razón de ser, sólo viene a empeorar las relaciones,
la alegría de vivir, las posibilidades de conseguir el éxito colectivo de la
sociedad.
El cambio se hace urgente, tiene
que darse ya, no podemos seguir demorándolo eternamente porque siempre estamos
esperando que el otro cambie antes. Olvidémonos de los demás en el sentido de
la rivalidad de fuerzas, de las falsas maneras, del que dirán y de todas esas tonterías
mentales. Demos desde nuestro siguiente pensamiento y no digamos, desde nuestro
próximo acto, todo lo mejor de cada uno de nosotros. ¿Por qué vamos a seguir
manteniendo el calificativo hacia el otro?, vamos a formatear nuestro disco
duro y vamos a comenzar de nuevo y cuando nos enfrentemos a esa situación que
nos da reparo, de la que sentimos rechazo o que hay un freno mental; vamos a
abordarla, vamos a vivirla, no nos vamos a privar de crecer.
Hay que vivir nuevas situaciones,
en especial hay que vivir aquellas que sin saber el por qué, se nos resisten.
Aquellas por las que sentimos vergüenza, miedo o algún reparo para realizarla. Mirémoslas
de frente y con calma comencemos a dar un pasito tras otro, hacia el objetivo
que se nos resistía. Nunca sabremos cuánto se nos abre la capacidad para
afrontar el próximo reto, si mantenemos el patrón de rehusar hacer aquello que
nos apetecía y que sin embargo no nos atrevimos a hacer. La cabeza y nuestra
experiencia están ahí, con nosotros, para hacernos comprender si la acción es o
no descabellada. Casi nunca lo será, si hablamos de cosas normales, ¿por qué
vamos a quedarnos a media?, ¡adelante!
Atreverse, ser osado, en el buen
sentido de la palabra es una inquietud de adquirir conocimiento, que a diversos
ritmos, siempre podemos realizar. Aunque seamos mayores, siempre podemos seguir
aprendiendo y, no digamos de nosotros mismos. Siempre estamos dispuestos a
aprender, la curiosidad es lo último que debemos encarcelar, por eso, tenemos
que seguir dando pasos aunque sintamos los factores que lo impiden. Más
correcto sería decir: los factores que nosotros interpretamos como
impedimentos, aquellos que imaginamos y creamos mentalmente, pero que no son
reales. ¡Da el paso, atrévete, hazlo!, sólo de este modo te darás cuenta de lo
que pasaba ahí y comprenderás que nadie te lo impedía; eras tu solit@ con tus
pensamientos.
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