Vienen las elecciones, un juego
que nos han hecho creer es democrático, casi lo más democrático que puede hacer
un ciudadano, o como dicen otros un deber, ir a dar su opinión en las urnas. A
mi me es insuficiente que solo tenga esa participación en la vida de mi país,
yo necesito que se articulen mecanismos para que los ciudadanos podamos dar
nuestra opinión en todo lo que se cueza, porque entiendo que los políticos no
están en la cima para obligarnos sino para gestionar nuestras decisiones. No
las que ellos toman en nuestro nombre porque fueron votados, pronto se
olvidaron de su cometido, gestionar, poner en marcha lo que nosotros queremos
que se haga en este país.
Me he llevado años sin ir a votar
porque manifestaba mi repulsa a tomar parte en su juego, yo me decía que no
quería jugar a lo que ellos querían que jugáramos, o porque he visto mal que
con pactos entre partidos le quitaran el gobierno al partido más votado. He
comprendido, que esto tiene formas “legales” de distorsionar la voz del pueblo
y me he negado a perder mi tiempo en lo que he considerado un engaño.
En estas próximas elecciones voy
a votar y se a que grupo lo haré, pues es la voz que más coincide con mi
sentir, votaré a PODEMOS, el partido que ha creado Pablo Iglesias para tomar
parte en las elecciones a Europa. A Pablo le hemos podido ver en diferentes
tertulias televisivas y suele dejar sin argumentos al resto de tertulianos. En
su discurso hay una gran carga de sentido común, de libertad, de frescura y
honestidad. Está al lado del pueblo, no contra él, como sucede desde hace años.
Cuando había mucho, mucho había
para ellos y algo para nosotros; ahora que dicen hay poco, sigue habiendo
bastante para ellos. Me refiero a los políticos rancios, que han hecho de la
política su medio de vida y no se van ni con agua caliente. Para mantenerse no
les importa bailar con la más fea, y la más fea es el capital en este caso;
pero ellos prefieren coger cacho y seguir a las órdenes de la fea, porque lo
que no están dispuesto es a abandonar el chollo blindado que han creado con su
cejada legislación.
Esta vez voy a echar la papeleta
en la urna por convicción y porque las cosas han de cambiar, no podemos seguir
alimentando un sistema donde lo más importante es la inflación y no las
personas. Comprendo que es muy difícil hacer caer el castillo de naipes porque
cada día proliferan más partidos pequeños que lo que hacen es fraccionar más el
voto y que tal vez esto beneficie al bipartidismo reinante. Tal vez tendrían el
resto de fuerzas que presentarse unidas bajo una sola sigla para que la suma de
votos desbordase, pero ¿están dispuestos a perder su propia identidad por una
causa de peso? Seguramente, no lo están porque hay fanatismo, apego e
identificación y, aunque lleven años queriendo cambiar las cosas; si aquel
fuera el camino más rápido, les dolería en el alma, no ver en las papeletas sus
siglas, su identidad.
Llego a la conclusión que votan
colores y siglas antes que proceder con una estrategia firme para arrebatar el
poder con el fin de cambiar el color de la política. A por este color es al que
hay que aspirar, un cambio que posibilite desarrollo industrial de todo el
territorio español, de cada pueblo, de cada ciudad. Todos con su tejido
industrial suficiente como para ser capaz de ofrecer los puestos de trabajo
necesario para que todos trabajemos.
Que se den las facilidades que
hagan falta en cada municipio para que no se tema ser empresario, pero no a
costa de nuestro bienestar sino para nuestro bienestar y, que se recorten los
privilegios y sueldos de los políticos; que se intervengan a las mafias y
delincuentes de alta clase social que están extorsionando al país. Que se le
meta mano, de una vez por todas, a las multinacionales que defraudan en los paraísos
fiscales y a las SICAVS.
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