Hace unos días veíamos en la
televisión la presentación del coche eléctrico y autónomo de Google. Autónomo
en el sentido de que el lo hace todo, lleva en el techo algo que gira
constantemente, ha de ser una especie de radar, tendrá miles o cientos de
sensores, una unidad central gestionando la información recogida por los
sensores y, forzosamente, tendrá otro ciento de actuadores que son los que, en
definitiva, hacen que el coche acelere, aminore la velocidad o frene, gire
hacia un lado o hacia otro, etc.
La tecnología informática unida
con la tecnología mecánica nos transporta, nunca mejor dicho, sin necesidad de
que nos preocupemos del estado del tráfico, de si los semáforos están en verde
o rojo, de los límites de velocidad, de la seguridad, etc. Además en ese grado
de desarrollo tecnológico es seguro que cuenta con un GPS y un teclado o
captación de la voz del pasajero para poder indicarle la dirección a la que se
desea llegar, por lo tanto, también nos olvidamos de cómo llegar.
Todo es comodidad, seguridad y
además lo puede usar cualquiera con independencia de la edad, con o sin carnet
de conducir, pues la ciencia es del coche, el pasajero con que tenga la llave y
sepa hablar, seguramente alcanzará el lugar que desee. Bueno, la única
preocupación sería que las baterías del vehículo estén bien cargadas, para que
no nos obligue a llamar a la grúa o a hacer autostop.
El mundo de la informática es
bestial, parece no tener fin en el uso de sus aplicaciones, seguro que nos
podían sustituir a todos en nuestros puestos de trabajo, pero claro esto solo
gustaría si estuviéramos conviviendo con seres nada egoístas y a su vez inteligentes.
Porque pondríamos a trabajar a los robots y mientras ellos producen para todos,
nosotros podíamos vivir disfrutando, teniendo mucho tiempo libre para dedicarlo
a lo que más le guste a cada uno. Pero esto solo es una utopía más que pasa por
mi cabeza, que pudiendo ser posible, porque tecnología hay para ello, no se
realizará porque hay hombres, muchos hombres que se niegan a perder su
protagonismo en esta sociedad. Hay gente que tiene que sentirse poderosa y para
ello se le hace necesario sentir a un buen número de personas a sus pies; hay
gente que tiene que sentirse importante, que tiene que destacar, pero no por
sus propios meritos sino por una posición social jerárquica, por lo que
necesitan gente debajo, no soportarían equipararse, les denigraría.
Es por ello, que nunca, al menos
a medio plazo, va a suceder que todos seamos iguales, recojamos los mismos
frutos de la sociedad, mientras las máquinas trabajan para todos. Creo que
vamos en el sentido contrario, los tiempos que corren alientan la
diferenciación, la proliferación de las clases pobres para pagarles miserias y
a esto le han dado en llamar: Competitividad, ser más competitivo en el
escenario de dictadura anti derechos de los ciudadanos que se puso de moda hace
unos años, bajo el falso argumento de que había que paliar una falsa crisis,
inventada precisamente para que este abuso dictatorial, por el que estamos
perdiendo los derechos de bienestar adquirido a lo largo de muchos años de luchas,
se fueran por la mangueta del inodoro; de tirar de la cisterna ya se encargan
los dictadores de Europa.
Tenemos lo que nos merecemos por
agacharnos tanto, por ser tan sumisos y por aguantar tanto.