De lo que voy a hablar a todos os
sonará como casos aislados que todos hemos tenido oportunidad de observar en el
día a día, pero que hoy es inquietante… ¡pongan atención!, no me refiero
atención a mí sino a lo que está sucediendo ahí afuera.
En estos últimos días hay un
nerviosismo inusual, podemos también llamarle impaciencia, intolerancia, la
gente está arriesgando, es más impulsiva, más egoísta, si va conduciendo se
cuela en cuanto ve el más mínimo hueco. Lo puedes prever, ves por el espejo
retrovisor que se aproxima alguien, intuyes: “éste va a pasar apenas tenga o
crea tener espacio”…¡efectivamente!, no te deja reaccionar, se mueve un poco el
vehículo de delante y mete el morro de su coche. Ayer llegaba a una rotonda, la
señora de al lado leía whatsapp en el móvil mientras conducía, la voy
rebasando, la miro, ella a lo suyo, nos vamos a incorporar a una vía y veo por
mi espejo retrovisor derecho que ha dado un acelerón que casi le hace golpear
mi coche, tuve que ceder para que no ocurriera. Tengo una sensación que
explicaría de la siguiente forma: es como si se le tuviera que dar la razón a
los que lo hacen mal. En uno de los sitios que fui a aparcar ayer era una calle
abarrotada de coches, vi un hueco para estacionar, era un espacio de estos que
se le come a la acera para dejar el coche reglamentariamente; no puedo dejar de
mencionar lo de reglamentariamente porque así era: disponible, sin placas que
lo prohibieran, etc., pero se me acerca un vecino de la zona para recomendarme
que no lo hiciera porque es el sitio por donde una docena de coches mal
aparcados, subidos a unos jardines colindantes a la acera, entraban y salían.
Era extraño aquel solitario aparcamiento libre, pero una vez más, aparcar en un
lugar destinado para hacerlo estaba mal porque toda aquella gente mal aparcada
podía destrozarme el coche, como refirió el vecino.
Otra de los últimos días: voy a
urgencias del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, es la cuarta o la quinta
vez en las últimas semanas, acompaño a mi padre que sufre un dolor que le coge
parte de la pierna, ingle y cintura. Como erala cuarta o quinta vez, llegué
bastante indignado para que voy a decir lo contrario, la enfermera que nos
atendió en el Triage, lo capta en seguida y se pone totalmente a la defensiva
cuando lo que tenía es que averiguar por qué mi padre sufre ese dolor que no
remite ni con morfina. ¿Queréis creeros que de nuevo salimos de allí sin saber
qué le ocurre a mi padre? La médico se zafó diciendo que mi padre necesitaba
una resonancia y que la tenía que pedir el médico de su ambulatorio, esa fueron
sus palabras. Sin pasar por alto que llegó a esa conclusión tras discutirle
mucho que a mi parecer lo que sufre mi padre es un pinzamiento de un nervio en
alguna vertebra de la espalda… ¡es increíble la inutilidad de haber acudido
cuatro o cinco veces a urgencias del hospital! Ayer tarde fuimos a la consulta
de la médico de mi padre, y la doctora dice que cómo nos han podido decir
aquello cuando saben que los médicos de familia no pueden solicitar
resonancias, a lo sumo pueden remitir al paciente a un especialista, pues son
ellos los que sí pueden pedirlas. De nuevo, este caso se suma a lo que vengo
percibiendo: a la cara dura y la irresponsabilidad que parece diseminada por
todos los lugares. Lamentablemente pasamos por unos tiempos en los que mucha
gente necesita que se la esté vigilando para que las cosas se hagan
correctamente. Son tiempos en los que hay que ejercer la protección de tu
espacio porque te ningunean o te invaden. La calle es una jungla en la que
zampan a sus anchas los depredadores y los ventajistas que marchan con cierta
agresividad contra el resto de las personas. A veces vas por la acera y te
encuentras con un ciclista que transita por la acera no por un carril bici, y comenzáis
a tratar de quitaros de la dirección que lleva el otro para no colisionar, pero
lo que lamento es que en esos momentos de vacilación el ciclista no ponga fin
al pedaleo con el propósito de ceder el paso al que tiene todo el derecho: el
peatón que transita por la acera. Es ese discernir, esa conciencia de la jerarquía
de derechos, el que se está perdiendo dando lugar a enfrentamientos totalmente evitables
con el uso del raciocinio y el sentido común. La gente que saca a su perro y te
suelta la mierda delante de tus narices en plena acera, mira como su perro deja
el regalito, porque se suele parar a ver que lo ha hecho bien, y sigue andando
que ya vendrá alguien despistado y la repartirá por toda la acera. En días
posteriores paseas y llegan unos olores a porquería y pipí que no es normal,
¿qué estamos haciendo de la convivencia?
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