Imagen: medium.com
Es hora de pensar en las
personas, es la hora de encaminar todo el esfuerzo, las ideas y las acciones
para conseguir erradicar la miseria de los trabajos precarios, las
manipulaciones de productos y fabricados para que duren menos tiempo. Hay que
poner fin a la ambición desmedida de algunos empresarios que no tienen ningún
reparo en poner en peligro la vida o la salud de sus empleados porque la
exigencia monetaria la llevan al primer lugar de sus objetivos empresariales.
No podemos seguir siendo informados con sesgo tendencioso, hay que comunicar
desde la verdad y la objetividad. Los medicamentos no pueden ser modificados
para que los usuarios tengan que utilizarlos o tomarlos hasta el final de sus
días. Hay que acabar con el rencor y las rencillas de una parte de la población
contra otra, lo cual no quiere decir que no podamos tener cada cual sus propias
convicciones, criterios y pensamientos. Hay que adquirir habilidad social, se
ha de mantener la paciencia, la flexibilidad, la comprensión y se ha de amar un
poco más a nuestros semejantes.
Esto no es una clase de buenismo
sino de inteligencia colectiva, ¿sirven los enfrentamientos para algo?,
¿avanzamos más creando el caos?, ¿cómo seremos capaces de mover grandes pesos,
tirando cada uno en una dirección o poniéndonos de acuerdo para hacerlo en una
en concreto? Esto está fallando y no van a venir de otras dimensiones a arreglarlo,
debemos ser nosotros y nosotras. La gente reza, y así llevan siglos, pero
cuando la catástrofe llega no hay misericordia para los ancianos ni los niños,
simplemente les arrebata la vida. Las bombas, los palos, los tiros no son la
solución del problema, hay maldad incrustada en la base de la sociedad. Hay
prepotencia y lucha por el dinero y el poder, por ellos, matan, envían a miles de
personas a que pierdan la vida para pugnar por el poder pretendido por algunos
que solo debatirán desde sus lujosos despachos. Esa guerra de barquitos,
aquella que se jugaba de niños en hojas cuadriculadas, la llevan a cabo
insensatos a los que no les importa nada la vida de sus paisanos, con tal de
adquirir poder, ganar tierras, robarle a los vecinos algunas toneladas de
recursos energéticos, metales preciosos, desforestar millones de hectáreas,
etc.
¿Qué vamos a hacer?, ¿qué podemos
hacer?, hay demasiada gente jugando a que el otro no nos adelante en la cifra
de ventas. Hay mafias organizadas espiando a otros Estados, vulnerando los
Derechos Humanos, matando incluso en el interior de una embajada, apoderándose de
las tierras del vecino, invadiendo al otro, castigando al otro, robándole, marginándole,
empobreciéndole, y nadie dice nada. La calidad humana se va perdiendo, la
distancia se acrecienta, las relaciones se hacen frías, los pobres son más
pobres y los ricos exprimen más al resto de la humanidad… ¡hay que hacer algo!
No somos piezas de una máquina, no somos máquinas, somos personas, la
competitividad, la producción, las cifras de venta, las prisas, el estrés y
todas esas consecuencias de esta sociedad inhumana e inventada por el hombre
poderoso nos ha absorbido pero no nos ha convencido, y para su desgracia no nos
ha privado de seguir pensando por nosotros mismos; aunque para muchos de ellos
que algunos pensemos es un crímen.
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