Ninguna ley ni ningún presupuesto
es capaz de poner fin a que ciertas personas, individuos más bien, acaben con
las vidas de otras personas. No entiendo cómo hay cantidad de gente pidiendo
presupuesto o una ley para que no se vuelvan a repetir los asesinatos. Nadie
puede vigilar a todos los malvados al mismo tiempo. Nadie puede asegurar que
alguien vaya a ser agredido o matado. Tendríamos que tener cada uno a un
policía como guardaespaldas y que el policía no fuera el malo. Así que se
aventura un mal final, a menos que acrecentemos el nivel de educación, respeto,
conciencia y amor por los demás y por uno mismo. Si todo esto no se consigue…
¡estamos perdidos!
¿Cómo hacerlo o lograrlo?, he ahí
el quid de la cuestión. Esta sociedad está cada día más alterada y removida,
bien por asuntos económicos, políticos, laborales, militares, religiosos y
otras contiendas geopolíticas que tienen mucho que ver con el dinero, los
recursos…, en definitiva, con el poder. La gente está agresiva en la calle, en
los trabajos, en las aulas, la falta de sentido común se hace patente en todos
los ambientes sociales; hay demasiados prejuicios, muchos son muy suspicaces,
no encajan bien, como los malos boxeadores, discuten, se eleva la voz con suma
facilidad. La gente hace daño a otra gente por intereses propios que se apartan
de los de su vecino. Hay carencia de flexibilidad y tolerancia… una chica sale
a hacer deporte por la montaña y desaparece, la han asesinado como le ha
ocurrido a la maestra de Zamora que llevaba una semana trabajando en Huelva.
Una vida cercenada porque uno o varios descentrados por unos minutos de placer,
hacen uso del abuso de la fuerza para obtener lo que no les pertenecía ni le
permitían. Ahora no vale que los que juegan a ser más buenos que nadie, vengan
a darnos lecciones de moralidad y nos digan que esas personas se han de
reinsertar, porque yo me pregunto, aunque suene mal… ¿y su víctima qué
oportunidad tiene de volver a seguir con su vida?
La ley no puede estar de parte de
los malos y asesinos, como en este caso. Hay casos perdidos, criados en la
delincuencia y el mal vivir, inocentes o no, que ni siquiera se han tomado un
segundo para preguntarse si lo que hacían o han hecho durante toda su vida, es
correcto; ¿qué arrepentimiento se espera de esos individuos? El que arrebata la
vida a otro sabiendo lo que hace, tiene que pagar por ello, y da la casualidad
que la devolución de la vida no es posible, ya me dirán cómo va a resarcir a
los seres queridos y familiares de la víctima. No es posible, no hay consuelo
posible, al menos que uno se deje llevar por el buenismo y la filosofía celestial,
y toda esa dimensión prometida que nadie alcanza a vislumbrar con certeza y
plena claridad.
Por todo lo dicho, sigo igual de
dolido que cualquier persona sensata, confundido, desanimado por no acertar a
ver una salida al tema de la violencia, a no ser que la sociedad se reinvente
modificando sus directrices, volcándose hacia la calidad humana e interior,
procurando incluirlas de un modo prioritario en la chapuza educativa instalada
en la actualidad.
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