Expuestos
a la vida, a merced de sus circunstancias, muchas de ellas son producto de
decisiones nuestras del pasado; por lo que no debemos culpar a nadie ni a nada.
Estamos rodeados de gente y a la vez estamos solos en este camino que tenemos
que recorrer. En momentos concretos coincidimos con otras personas y vamos un
tramo del camino acompañados, pero en lo esencial transitamos solos. ¿Recuerdan
la famosa frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”?
Aún me
sigo preguntando quién soy yo, qué hago aquí, para qué he venido, cuál es mi
misión en este mundo, pero algo he comprendido, sé que puedo trascender la
aparente única dimensión, la aparente forma aprendida de vivir, porque hay
mucho más, hay otra forma de estar, hay otro centro que es pleno en sí, que es
felicidad y gozo sin motivo que lo justifique… al menos, no mentalmente.
Dicen
que la Navidad es una fecha propicia para el recogimiento, para el sentir
profundo, para acercarse a la esencia, tal vez sea eso lo que me hace
expresarme en este sentido. Detrás del divertimiento propio de las reuniones
familiares y de amistades que se dan estos días, ¿se está despertando algo más,
hay amor, verdadero amor, o seguimos reteniendo mala leche y rencores contra
los otros? Podemos optar por repetir, por dar vueltas y no mostrarnos jamás ni
aprender nada. Podemos seguir tropezando una y otra vez. Podemos desaprovechar
cada ocasión que nos brinda la vida para mejorarnos como personas. De nosotros depende
que lo hagamos, es nuestra decisión, son nuestros miedos los que, a veces, nos
impiden seguir caminando.
Todos
valemos, todos importamos, todos tenemos valores que aportar; todos somos
únicos, originales e irrepetibles al cien por cien, por qué vamos a rendirnos,
por qué vamos a dejar de hacer nuestra aportación a este ciclo de la
existencia. Tenemos habilidades y pensamientos que son necesarios para seguir
progresando. Tenemos sentimientos que debemos mostrar al mundo y compartirlos
con los demás. Tú importas, todos debemos aprender, hay un mucho programado en
todo lo que hacemos… descubrámoslo y desprogramémonos. La sociedad actual no
enseña a hacerlo por propios intereses, sobre todo, monetarios y de
rendimientos productivos. Nosotros no somos engranajes de máquinas, no somos
robots, somos humanos pero muchas veces no nos tratan como lo que somos. Nos
dan órdenes a modo de programación y solo esperan, al margen de como nos
sintamos, que las cumplamos aunque enfermemos en el empeño. Hacemos demasiado
por miedo y por complacer los caprichos de los que nos rodean, pero no estamos
aquí para realizar el camino de otro sino el nuestro junto con los otros, que
es diferente.
El
sistema nos somete y debemos saber entregar porque tenemos obligaciones para
conseguir ciertas recompensas, esto es entendible, pero debemos, al mismo
tiempo, hacer una entrega justa para nosotros, que no nos mate, que no nos
enferme y, si pudiéramos, que nos haga un poco más feliz. No hemos venido a
cumplir las expectativas de nadie sino las nuestras. Tenemos la posibilidad de
la autorrealización, aunque de momento esto te suene a chino. Ese estado es el
más maravilloso que te pueda imaginar, tu ser sabe de qué estoy hablando. Déjate
llevar por tu ser interior, escúchale un poco más, permítele expresarse y
guiarte, préstale un poco más de atención. Esto no es un tipo más de creencia o
programación, esto no es tarea de una secta, es tu propia esencia, es la vida
en ti, eres tú, es la energía que eres… ¡déjale ser!
No hay comentarios:
Publicar un comentario