Imagen: movimientoysalud.es
Para poneros en antecedentes, os diré que hace más de treinta años mi cambio de rumbo comenzó con un encuentro circunstancial con una persona, que ya no está entre nosotros, al menos en esta dimensión, y que me dijo que por qué no practicaba yoga. Me lo dijo en un momento de mi vida en el que sufría de mucho estrés y ansiedad, así que sin saber cómo, o por qué, aquel mismo día localicé un centro de yoga en el que me llevé algo más de cuatro años yendo y practicando con una constancia tal, que los resultados no se hicieron esperar y un cierto cambio se produjo. El mismo guía del centro creó un grupo de crecimiento interior, al margen de las sesiones de yoga, para realizar otros ejercicios de danza con los ojos vendados, seguimiento de sonidos a la carrera, en medio de la sierra, en plena noche, también con los ojos vendados, rotura de rutinas, contacto con los cuatro elementos, meditación, superación de los miedos, etc., y de aquello surgieron nuevas e inexplicables experiencias para la mente corriente inmersa en todo lo que viene del exterior, para la mente distraída y programada. ¡Fue una etapa magnifica y mágica! Ese trabajo cambió mi vida y le dio sentido.
El viernes pasado, un amigo y vecino, Jorge, me pidió que le acompañara a ver a Eduardo, un tío que lleva compartiendo sus conocimientos desde hace muchos años. Le había hablado de él cuando me refirió que estaba pensando en hacer algo, en trabajarse, en crecer. Yo estuve también trabajando con Eduardo hace unos veinte años. Eduardo es un experto en artes marciales, técnicas de meditación, de Tai-Chi, Chi-Kung, en naturopatía, etc. Tiene construido un centro de prácticas en su misma parcela y lo pone a disposición de quien quiera recibir conocimiento y ejercer el cuerpo para crecer.
Así es como el pasado viernes asistí a la sesión de la tarde con este mi cuerpo oxidado, dispuesto a ponerme a su disposición, que es lo que aprendí en el pasado si se pretende recibir los premios, que es como yo lo refiero e interpreto, pues es así como a mí siempre me ha sucedido. Recuerdo cuando el guía del centro de Yoga, Ramón Rueda, que en paz descanse, decía que había que atreverse a morir en la práctica, que había que poner toda la carne en el asador si querías recibir el premio, y os aseguro que es así. Todo trabajo interior realizado con dedicación, perseverancia, sin cuestionamiento, con entrega, devuelve cambios, devuelve transformación, concienciación, valores y mucho amor.
Ha sido solo una sesión, pero algo sucedió en esas dos horas, cuando llegué a casa y pasé frente al espejo del baño, mis ojos brillaban de una manera excepcional, sentí en medio de la sesión que mi energía se había desbloqueado, que era mayor, y he pasado un fin de semana más lleno, más pleno, y si me lo permiten, más fuerte. Tanto es así que ya estoy deseando que lleguen las 19 h para comenzar la nueva sesión, y con esa misma ilusión fui el sábado por la tarde a un centro comercial de prendas deportivas a comprar un par de pantalones de chándal, flojitos, y varias camisetas, porque ya no me cabía ninguna duda de que volvía a estar en donde debía estar.
Seguiremos...
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