Cuando se habla con los conocidos
y nos referimos a la posibilidad de cambiar la sociedad, existe una
incredulidad importante a que eso pueda suceder, casi no albergan ninguna duda,
desde luego aducen que la gente va a su avío y que procede con total egoísmo.
Desde luego que en esas condiciones pensar lo contrario es complicado, pero
estoy obligado a tener esperanza por creer que todos tenemos la capacidad de
cambiar.
Creo en eso que digo, entiendo
que podemos evolucionar apenas nos lo propongamos y empecemos a “domesticar” a
ese ser despiadado, desconsiderado, egoísta, que el conjunto de la sociedad ha
establecido como ser casi normal. Normal no lo es, pero la frecuencia o
repetición del modelo, acentúa la apreciación de normalidad.
Vuelvo a repetir, como ya he
dicho en otras ocasiones, que una sociedad diferente a esta que se ha
implantado mundialmente, no por ser la mejor o más buena, sino por ser la que
más interesa o beneficia a los esquemas y expectativas de los que ostentan el
poder por medio de sus abultadas cuentas corrientes, es posible. Esta gente
pactaron un mundo de desigualdades provocadas para servirse de este
desequilibrio, ¡ojo!, que digo de desigualdades provocadas para sus intereses,
y no de algo muy diferente como es la biodiversidad de pensamientos, creencias,
etc., esto último enriquecedor por el aporte complementario de los diferentes
puntos de vistas, que da lugar a lo genuino, auténtico, creativo y artístico.
Una sociedad donde impere el
sentido común y cuyo objetivo principal sea crecer como persona en todos los
aspectos: valores, educación, concienciación, progreso y bienestar. Esto es lo
más bonito, lo más maravilloso que podemos realizar, entender que estamos aquí para
vivir todos, sin distinción de sexo, raza, religión, pensamientos, fronteras, etc.,
y que debemos establecer un orden nuevo, equilibrado y cuerdo, en pos de la
consecución de un sistema, sobretodo, humano; en un mundo sin fronteras, sin
enfrentamientos, donde nos importen los demás, donde pensemos en los otros,
donde lleguemos a amar a los otros. Un espacio a la libertad con respeto, con
inteligencia, para vivir en paz toda la humanidad, proyectando y trabajando
como una colonia de hormigas, con orden, disciplina y con la satisfacción del
trabajo colectivo, para fomentar el bienestar de todos, sin que se nos quede
nadie detrás, por mucha distancia que haya entre nosotros.
Ya no se puede tolerar por más
tiempo que una elite salvaje y despiadada, permita que los humanos se destruyan
porque a ellos les reporta millones de euros, dólares, etc. Esto no puede
seguir más tiempo porque no es más que un genocidio provocado por los
movimientos macroeconómicos, insensibles y despiadados. Los gobiernos de los
países del mundo están comandados por estos asesinos de guante blanco, por
estos genocidas, y no son capaces de rebelarse porque se emborrachan de poder
frente a los indefensos ciudadanos. Son comprados por el poder del dinero, por
esos insensatos y crueles seres, que mantienen las miserias del mundo para
amasar incontables fortunas, signos de su desprecio hacia la raza humana.
Yo le llamaré: canibalismo monetario,
masacre legal al amparo de los gobernantes que se suman a sus filas porque
desean perpetuarse en el poder, y eso va a depender de lo fiel que sean a sus
amos.
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