Cuando estudiar deja de ser un
placer por tener que hacer exámenes, para demostrar lo que se sabe, si se
progresa, todo ello pasando por el tamiz de las calificaciones. Considero que
el sistema es bien antiguo, te dan la hoja en blanco, coges tu bolígrafo, pones
tu nombre lo primero, guardas silencio y en ocasiones, te invaden los nervios
dependiendo de lo que te juegues.
Todo esto está construido con una
lógica obsoleta establecida en tiempos medievales, que se prolonga hasta
nuestros días. No ha cambiado mucho aquella rigidez soportada en las incomodas
bancas de madera, que se convierten en dolores insoportables de glúteos,
acompañados de atracones de estudiar, embotamiento y la consabida sensación de
no saber nada o de no acordarse de nada. Cuando esto sucede, además de las
nauseas, es inevitable un cierto grado de ansiedad sufrida por muchos alumnos, que
en un exceso de responsabilidad luchan hasta la extenuación quitándose horas de
sueño, por superar la prueba de evaluación de sus conocimientos.
Aquí estoy con más años que el
pato donald, y parece que no puedo abandonar este laberinto de la memorización,
un curso tras otro, una materia tras otra, que suman tanto contenido que
amenazan con achicharrar mis neuronas; si todo está en los libros y puede ser
consultado, por qué continuamos formándonos poniendo en valor la capacidad de
memorización. ¿No podríamos aprender a manejar la información, así como saber
dónde buscarla y a emplear el conocimiento de un modo práctico, experimentando?
Tal vez el problema sea que de
esta forma cualquiera podría desarrollar cualquier profesión, sabiendo manejar
los conocimientos de los libros, y como dije antes, adquiriendo la experiencia
suficiente mediante la práctica necesaria. Esto desde el punto de vista
habitual le resta importancia a los memoriones, a los que destacaban como
empollones, pero se debe entender que si los datos se encuentran impresos, se
sabe donde acudir, buscar e investigar, el esfuerzo que requiere la
memorización más las tensiones añadidas de los exámenes, se podría utilizar en
adquirir pericia para aplicar el conocimiento en las diversas funciones de la
vida laboral, en las empresas en particular, ajustándose a la demanda real.
Punto y aparte es que por
decisión propia y por amor a su profesión, el individuo lea todo aquello que
considere relacionado con su trabajo para llegar a ser un mejor profesional y
crecer personalmente al ritmo que le apetezca, sin tenerse que poner a prueba.
Ser un buen estudiante, una buena
persona o un buen profesional debería ser una elección propia de personas conscientes,
responsables. De lo contrario, esas mismas personas se descalificarían, con el
paso del tiempo, si no son capaces de manejar y aplicar correctamente la información.
Llegado a este punto, me doy cuenta de que hay que fabricar gente a la que se
le mentalice, para que siendo libre, comprenda de la importancia de su
formación, a la que han de prestar especial atención si pretenden llegar a ser
buenos profesionales en sus correspondientes campos de acción.
Las estadísticas dicen que los
resultados, salvo excepciones, no son brillantes. La presión, esa obligación
continuada que siente el estudiante de someterse a evaluación durante todos los
años de su vida estudiantil no arrojan los resultados, que con otros sistemas
se obtendrían. Se van unos políticos y los que llegan cambian lo establecido,
pero no se cambia el fondo, no se revoluciona, se matiza, pero como dice el
dicho popular: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
No me cabe ninguna duda, que el
individuo da todo de sí cuando está motivado y convencido de lo que hace y para
qué lo está haciendo. Además hacen falta un aspecto que hoy tal vez ha quedado
relegado o ha desaparecido: el respeto en las dos direcciones (alumno-profesor).
Hace falta humildad por partes de muchos profesores, educación por parte de
muchos alumnos, conceder cada cual el sitio que le corresponde al otro, motivar
con una formación muy práctica y real en consonancia con lo que es necesario en
el mundo industrial, empresarial, de servicios, etc.
Una vez más creo que el cambio es
posible, tendrán que ser los técnicos correspondientes los que deben decidir
que hacer con la formación para que de sus mejores frutos, los mejores
profesionales de cada campo, pero que se encuentren rodados al finalizar sus
estudios, y esto solo se consigue simultaneando la formación con el trabajo
real. Ni que decir tiene, que la formación ha de carecer de contenido superfluo
y ajustarse a la operativa real.
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