Me he levantado
temprano como siempre, he tenido que hacer un hueco en la mesa del salón, desde
donde escribo casi a diario, porque está llena de regalos empaquetados con
nombres de nuestra familia. Miro al sofá y sucede otro tanto de lo mismo, los
paquetes se han hecho los dueños del salón. Es día 6 de enero, ayer “vinieron
los Reyes Magos de Oriente”, la economía es hoy más precaria que ayer, se
espera que la recompensa sea la alegría de los demás cuando reciban sus
regalos, la de uno mismo al recibirlo, sobre todo si hay sorpresas, pero en
definitiva los centros comerciales, las direcciones de los mismos, los
accionistas de las multinacionales que están encantados con: la semana de oro
del Corte Inglés, el tres por dos de Carrefour, etc., también lo están con el
invento comercial de los Reyes.
Parece mentira
que para dar una sorpresa haya que esperar un año, que para ilusionar haya que
esperar un año y que sigamos el juego
comercial de las grandes compañías. Esperamos hasta los últimos días de las
vacaciones de los niños para darles sus regalos, que apenas podrán disfrutar
antes de incorporarse, de nuevo, al ritmo escolar. Lo que vengo a decir es que
no estoy en contra de ilusionar y ser feliz, de sentir satisfacción por
regalar, pero que no hay que esperar a una fecha concreta, que se puede hacer
en cualquier momento del año, en cuanto uno sienta esa necesidad de hacerlo.
Sin embargo,
nos sentimos obligados hacia los demás, es como regalar a la fuerza, pues de lo
contrario se va a entender como un desaire hacia alguien de la familia.
Gastamos cuando, tal vez o seguramente, nos haga falta el dinero para terminar
el mes. Seguramente va a ocurrir y este mes llegaremos a duras penas a su final, pero los reyes había que
comprarlos, pues de lo contrario vamos a manifestar un sentimiento de
culpabilidad. No vamos a entender cómo los nuestros no van a tener regalos y
los demás si lo tendrán.
A todos nos
gusta ser regalados y, en muchos casos, regalar. Nos gusta ilusionar, ver las
caras de satisfacción de pequeños y mayores, es como decir te quiero, me he
acordado de ti, pero comprando, quizás, no sea la forma más auténtica de
decirlo. Tenemos que esforzarnos más en ir a verlos, en llamarlos, en estar
cerca de los demás durante todo el año y, puede que esto sea mucho más que
cualquier detalle en estas fechas; seguro que significará más para ellos.
Por qué no
hacer una comida o una fiesta de reyes e invitar a toda la familia, a los
amigos y recordar ese día como un gran día de amistad, de familiaridad, de amor
y alegría. Al final siempre quedan recuerdos que alimentan a nuestro ser, no
tienen que ser regalos, son gestos, son abrazos, son miradas, son risas, son
caricias, son besos y palabras amables, es tiempo compartido, experiencias y
situaciones vividas juntos.
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