Salir a pasear
a media mañana, bajo el sol, si puede ser por el campo, llevando al silencio
por compañero, a las plantas por testigos, a los pájaros como cantores, en un
andar sin prisas, sintiendo los pasos, disfrutando de una mañana fría
atemperada por los rayos del sol; ¡no tiene precio! Como contrasta con la
exigencia de la vida cotidiana, de trabajo, de preocupación y prisas.
Por temas
económicos o porque no salen las cuentas, pura contabilidad y poca humanidad,
la jubilación tienden a postergarla a posponerla o retrasarla, pero cuando se
ha trabajado desde niño y cuando se han soportado los caprichos de tantos jefes
o se ha tragado tanto; se ansía la llegada del descanso, del retiro, de la tranquilidad
aunque solo se rocen los sesenta por debajo. Una cosa son las cuentas y como
han dispuesto para que cuadren los números y otra, bien distinta, es lo que se
siente, lo que te pide tu cuerpo y tu mente. Se vive más, es cierto, pero ¿se
está preparado para la exigencia profesional cuando el cuerpo y la mente se
sienten agotados, al menos, pidiendo otro ritmo u otra ocupación?
El cuerpo y la
mente piden lo que es natural para ellos en cada edad y llega el momento que
requiere tranquilidad, si se quiere, el premio a toda la vida batallando,
tratando de agradar, luchando por los ideales propios, pero sobre todos por los
de tus jefes, esforzándote por llevar el ritmo que te marcaban, hoy dos, mañana
tres y así hasta que te llevaban al máximo del que eras capaz. Cuando esto pasa
muchos años seguidos, te sientes quemado, pero esto parece que ningún dirigente
político de ninguna institución lo valora o tiene en cuenta. Para ellos, solo
existe que a cada jubilado le pagan dos personas y media que estén trabajando y
las cuentas, según el momento demográfico, la pirámide de población, como les
gusta citar, no es la adecuada para que las cuentas, según las tienen
establecidas, les cuadren.
Hay una forma
de que salgan las cuentas y es que además de la aportación de la población
activa empleada, se contemple, en presupuestos generales del Estado, una
partida para sufragar el gasto del pago de las jubilaciones, que pagaríamos
entre todos. No solo vamos a pagar las jubilaciones millonarias de sus amigos
los banqueros, saqueadores de cajas y demás entidades bancarias.
No es igual
una vida laboral en puestos dados a dedo, en tareas de dirección y poder, que
en pequeñas o grandes empresas privadas, bajo la espada de Damocles del
despido, de las exigencias, de los caprichos de los jefes y de tener que dar
casi siempre tu brazo a torcer, por ser la parte más débil de la relación; una
realidad que castiga año tras año, por eso hace falta jubilarse antes y no
después; a pesar de que la esperanza de vida se haya prolongado. Esto ustedes
no lo entienden Sres. políticos, ni les interesa entenderlo, para ello hay que
ser más inteligente y más humano.
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