No te
conformes con las migajas, busca, reclama tu sitio, crea tu espacio sin
importarte lo que digan los demás cuando consideres que son negativ@s en sus
manifestaciones. Escucha inteligentemente para aprovechar lo que puedan
aportarte, pues muchas veces expresan ideas o reflexiones que son muy válidas
pero que no se te ocurrieron a ti.
Que la locura
de la velocidad que algunos tratan de imprimir a todo cuanto se tiene que
hacer, no vaya contigo. Que la falsa competitividad a la que algunos apelan
como “salvación del mundo”, te coja reposando o haciendo las cosas
conscientemente y a tu ritmo. Que la normalidad que muchos quieren concretar
como conducta bien vista, sea tuya
cuando estés convencid@ de que debe ser así y quieras funcionar de ese modo.
Dibuja tu
vida, construye a tu gusto, haz lo que quieras hacer, pelea por lo que
consideras justo, que nadie te imponga sus caprichos. Razona, reflexiona, infórmate,
aprende y se tu mism@. Quién está en condiciones de dictar sobre el bien y el
mal, mira a tu alrededor, qué ves, ¿encuentras la sabiduría de cara, la
reconoces, podrías saber quién está más allá, aquel que se ha realizado? ¿No,
verdad?, por eso has de ser tú. Solo te tienes a ti y nadie puede crecer por
ti.
La sociedad
actual va a gran velocidad y lleva el piloto automático puesto, pero el gran
error es que los parámetros introducidos o la programación escogida, para este
viaje, se apartan de los valores humanos. Las personas y nuestro bienestar nada
tienen que ver con el negocio mafioso y las tramas oscuras en la que se ha
convertido la forma de relacionarse en el mundo. El mundo político está
podrido, el orden social igualmente corrompido, se valora la pillería, la
delincuencia y el valor que se posea para obrar el mal contra los demás.
Estamos desperdiciando una magnifica e irrepetible ocasión: esta existencia en
la que poder desarrollar proyectos maravillosos en los que podríamos intervenir
todos, pero se interponen los intereses monetarios que obligan a desistir a
unos y no a otros. Esto nos diferencia y lo peor es que hay gente que se
vanagloria de que así sea.
Preguntémonos
constantemente para llegar a conocer cómo podemos cambiar el rumbo y quizá
apearnos de este tren, cuyo destino no nos satisface. Nadie debiera imponer un
orden al mundo, porque el mundo ya tiene un orden natural y una velocidad
propia. No vamos a venir nosotros a imponer nuestros caprichos sino que debemos
aprender a adaptarnos, lo mejor posible, a ese ritmo natural aunque tengamos
obligaciones que nos distraigan.
¿Merece la
pena vivir la vida de otro?, pues la gran mayoría es lo que estamos haciendo,
de esto también hay que darse cuenta. Hay que aprender a ver, a sentir y a
escuchar. Hay que reposarse o meditar como dicen otras tradiciones, no podemos
seguir viviendo tan pobres porque la vida no puede ser una experiencia
lamentable, fracasada e infeliz sino una extraordinaria oportunidad para
instalarse en la plenitud.
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