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En estos días
que tanto se habla del virus que se extiende por el mundo, todos se apresuran
por conseguir la vacuna que nos proteja, o bien Dios sabrá lo que persiguen.
Por el contrario, la vacuna contra el hambre ya existe, se llama: comida, y sin
embargo no se aplica a los niños más desfavorecidos, no interesan al mundo
moderno capitalista. Mientras se suceden las horas de grabación televisiva para
preocupación del primer mundo, están muriendo miles, quizás, millones de niños
en todo el mundo por falta de alimentos, medicinas o cuidados médicos, pero eso
no parece alarmar a nadie en estos momentos de la historia mundial. Tiene mayor
repercusión que un evento deportivo se vaya a celebrar a puerta cerrada, sin
público, para evitar el contagio masivo, pero no importa que el hambre se haya
convertido en una pandemia en diversas zonas del mundo. Sienta mal que algunos
de esos eventos corran el riesgo de no poder celebrarse, tales como: la liga de
futbol italiana, los juegos olímpicos de Japón o el gran premio de motociclismo
de Catar, pero ningún medio habla de esos niños que están muriendo cada día por
las carencias antes mencionadas. Ya no es noticia que los pobres del mundo
mueran, es noticia que los ricos puedan enfermar de un virus que alguien ha
debido inventar o manipular para horror del mundo civilizado, adelantado,
moderno o como siempre dijeron erróneamente “primer mundo”.
Con el
material humano degenerado actual no nos podemos fiar de muchos, desconocemos
el plan de muchos poderosos que hace tiempo dijeron que el problema mundial, refiriéndose
a la desestabilización de ese que ellos llaman primer mundo, es la consecuencia
de la superpoblación. Dijeron que sobramos, algunos se atrevieron a esbozar
planes para eliminar a parte de la población, así que no sabemos si este virus
es parte de su plan, aunque de lo que sí podemos estar seguros es de que esto
como cualquier otra situación organizada que cause miedo, es aprovechado por
los desaprensivos para obtener beneficios. La reciente crisis mundial económica
es un claro ejemplo de lo que digo, fueron muchos los que supieron sacar rédito
de la debacle del dinero, de la mala gestión bancaria, de la ambición de la
misma y el desastre especulativo que generaron con los paquetes de hipotecas
basuras que las entidades financieras norteamericanas les vendieron como si
fueran gangas y con las que se provocó el agujero en el sistema financiero
mundial. Pues, también, mientras todo eso sucedía, morían millones de personas
en el mundo por falta de alimentos, medicinas, aguas contaminadas para beber o
falta de recursos sanitarios, pero todos estaban preocupados por lo mal que iba
la economía en los países desarrollados… ¡imaginen cómo seguían viviendo dónde
nunca tuvieron nada!
Hay alimentos
para que todos podamos vivir bien, pero hay una parte del mundo que no les
ayuda, y otra gran parte ha perdido de vista el exigir que se les ayude, mejor
se manifiestan para equiparar salarios, la tractorada por los precios agrícolas,
acentuar el feminismo, etc., todo vale para la distracción de la gente en
detrimento de una acción solidaria mundial contra la injusticia y el genocidio
que permite que una parte de la población mundial tenga que vivir en tan
lamentable situación de riesgo de muerte inminente. La vacuna contra el hambre,
repito, es comer, y comida hay suficiente, aunque jueguen con los tiempos almacenándola,
creando momentos de aparente carencia para elevar los precios de los alimentos,
y unos u otros hagan cerdadas de ese tipo para especular y ganar más. No hay
gobiernos ni organizaciones que regulen todas estas malas prácticas comerciales
que perjudican a la gran mayoría de consumidores mundiales, tampoco regulan las
cantidades ni los destinos de los alimentos, no exigen que no se tiren
alimentos ni que se hagan llegar a las zonas más deprimidas. No se hace una
actuación en conjunto y solidaria para aportar técnica y conocimiento a esos
pueblos pobres que están pereciendo apartados y silenciados por los medios de
comunicación.
Las sociedades
se han inventado lo de las ONGs y los camioncitos de comida y medicina que
mandan en momentos cruciales o de necesidad propagandística, pero saben muy
bien que eso es insuficiente, esa medida es ineficaz, no evita la muerte sino
que la retarda unos días o unas semanas. Hay que desarrollar esas partes del
mundo que siguen viviendo como en los tiempos de las cavernas, siempre que sean
zonas del mundo sin recursos y resulten inhóspitas para sus pobladores. Hay que
poner fin al genocidio mundial del que todos somos cómplices con nuestro
silencio.
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