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Sería lógico
pensar que en la Constitución debiera tener cabida todo aquello que el conjunto
de la población decida o esté dispuesto a permitir para mejorar la convivencia
del pueblo español en su totalidad. Por tanto, todo es todo, por qué es lo
mejor lo que decidieron unos señores en 1978 como respuesta a la situación de
entonces. Habría que preguntarse si aquellos acuerdos responden adecuadamente a
los problemas actuales, creo es lo razonable.
Como todo en
la vida es cuestión de discernimiento entre las varias probabilidades existentes
para cada asunto concreto. Debemos elegir las formas más propicias y ventajosas
para el conjunto de la ciudadanía y, por supuesto, hay que contar con ella, no
como casi siempre se ha hecho, a nuestras espaldas para presentarnos ya el
plato cocinado. Nosotros y nosotras queremos elegir la receta, los ingredientes
y colaborar en su elaboración. Yo no quiero más constitución, ni más gestión
política que nos ignore, para los que solo seamos números de votos de un
sistema amañado.
Así que en la
Constitución cabe todo, todo lo que deseamos sea un GPS para la sociedad
actual. Las cosas tienen que cambiar, la rivalidad entre ciudadanos no es la
forma, estar distanciados por las ideologías y los intereses monetarios de
muchos, no es el camino para avanzar. Todos debemos aportar para construir, en
lugar de meter basa para descabalgar a los otros. Cada uno tiene creencias,
pensamientos, sentimientos, ideales diferentes, pero por qué no podemos creer
que pueden ser complementarios. Digo yo, que será más completo un proyecto contemplado
desde muy diversas perspectivas que enfocado desde solo un punto de vista, ¿y
si ese único punto de vista es deficiente o incompleto? Cualquier tema se
enriquece de la consulta y aportación de múltiples fuentes, ¿no es así?, ¿por
qué en política no se puede compilar lo mejor de los rojos, los azules, los morados,
los naranjas, los verdes, etc.? ¿Hay que convertirse en enemigos en lucha por
el poder?, porque es lo que hacen, tratar de deslucir al otro para intentar de
alcanzar el poder ellos…, a la ciudadanía que le dé el viento fresco.
Hay mucho por
hacer, y de golpe, tal vez, no es posible, pero hay que comenzar a trabajar
para alcanzar el progreso y el bienestar general de toda la ciudadanía. Ese es
el fin principal de la vocación política, mejor dicho, debiera ser, aunque como
sabemos la extrapolan a los negocios sucios, a las comisiones de grandes
empresarios a los que les sirven las adjudicaciones en falsos concursos y al
triple del valor del proyecto original. Una Constitución tan deficiente como la
que tenemos permite toda la corrupción que llevamos sufriendo en cuarenta años
de supuesta democracia. Un nuevo código legal y penal, sin fisuras ni
privilegios o, salvoconductos como la prescripción de delitos, los aforamientos
o las inviolabilidades, es imprescindible y urge. Pero los políticos continúan
enganchados a la palabrita ofensiva del contrario, a la descalificación del
portavoz de tal o cual partido, a lo mal que lo hacen los otros y todos se
hacen el ciego para no mirar la mierda que tienen o han tenido en sus filas…,
ninguno levanta las alfombras de sus casas, nadie condena la corrupción de su
partido y, mucho menos, pide justicia, condena y devolución de lo sustraído a
todos los españoles. ¿Qué Constitución quieren esos desalmados?, evidentemente
la que les permita cometer todo tipo de tropelías, fechorías y actos
delictivos. La que les siga permitiendo poner jueces y fiscales por amiguismo y
que les deban favores cuando lleguen los momentos difíciles, de falta de
honestidad y decencia.
¡Habría que
sacar a referéndum tantas cosas antes de mover fichas...!, es necesario conocer
el sentir de la población para adaptar las leyes a lo que la ciudadanía
demande. Todo se debe someter a la decisión de la gente, sin presiones, sin esparcir
temores, sin influir en nadie, permitiendo que la manifestación popular sea lo
más libre posible. Hay que cuestionar el poder actual de los políticos, porque
el poder absoluto debe tenerlo la ciudadanía, dueña y accionista única de todo
el dinero que se pone encima de la mesa para seguir con el proyecto llamado
España, ¡que no se olvide! Somos los ciudadanos los que pagamos mediante
nuestros impuestos el chiringuito de corrupción política, empresarial y
bancaria que hemos sufrido en este país. Nos han robado, nos han arrancado las
empresas fuertes, estratégicas y millonarias para pasarlas a mano de sus amigos,
en un acto de empobrecimiento de lo público sin que ningún miembro de la judicatura
se haya opuesto a eso en defensa de los intereses generales.
Por supuesto,
que hay que fundir una nueva Constitución junto a un nuevo código de leyes más
serias y comprensibles que las actuales, sin grietas ni interpretaciones
ambiguas dejadas a propósito, como sucede hoy en día, por las que escapen los
delincuentes, maleantes, asesinos, etc. que convengan indultar sin haberles procesado
siquiera.
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