La lastima de tener una España
bastante desértica, salvo pequeñas excepciones, principalmente por el norte y
algunas zonas de sierra en el resto del territorio español. Basta con viajar de
norte a sur para comprobar la degradación del verdor, pasan y pasan los kilómetros,
la carretera va rodeada a ambos lados de grandes superficies para la labor agrícola,
donde se han eliminado todos los árboles, y en esta estación veraniega del año
mantiene un color ocre claro, digamos como de paja seca, pero hablo de cientos
y cientos de kilómetros de lo que va pareciéndose a un desierto, por lo árido
de su estado y aspecto.
Como vemos, en todos los ordenes
de la vida comprobamos que los intereses propios se imponen sobre los intereses
del colectivo, y esto ha propiciado con el paso de los años que el que quiere
sembrar, va a lo suyo y elimina los árboles, tan necesarios para dar sombra a
la tierra, y para atraer las lluvias, producir oxigeno, eliminar anhídrido carbónico,
y porque no decirlo, crear un paisajismo atractivo, hermoso y frondoso. Ni
siquiera se han preservado de la tala los límites del terreno destinado a la
siembra, donde podían haberse conservado varias hileras de árboles para no
desnudar el campo.
Las repercusiones de este
tratamiento forestal y radical han debido de ser brutales, en la disminución de
las precipitaciones y en la perdida y desestabilización de la fauna de la zona.
Una vez más vemos que el hombre, erigido en protagonista del medio, hace y
deshace a su antojo sin contemplar las consecuencias a largo plazo. Los
resultados los vemos cuando viajamos, mucho sol, temperaturas altas en verano,
ningún lugar donde refugiarse, y tendencia a la desertización.
Cada uno en su casa, dicen que
puede hacer lo que quiera, pero ahora entendemos que debe ser hasta cierto
punto, y lo que es más evidente es que no estamos a la altura de asegurarnos un
futuro brillante por que no sabemos prever y si destruir. Somos como bastante
impulsivos y además no olvidamos nuestro egoísmo, pensando muy poco en los
demás de nuestra especie, mucho menos en otras especies, y somos valiente en
asir una maquina para talar y agredir al árbol, porque no percibimos su protesta,
ni tememos su respuesta a nuestra agresión.
Tampoco existen personas en los
gobiernos que tomen cartas en el asunto, y legislen a favor de la regeneración
de los territorios, que obliguen a repoblar y no solo en zonas incendiadas,
sino también en esas grandes superficies expuestas todo el día a los abrazadores
rayos del sol. No todo es cultivar masivamente, no todo es conseguir negocio,
porque para poder hacer todo eso hay que tener vida, y para ello hay que
cultivarla, cuidarla, propagarla, e ir a favor de ella.
De nuevo, este es un tema de esos
que muestra la dejadez de los ciudadanos de a pie, y por supuesto de los
dirigentes de las diferentes regiones, y de los distintos gobiernos, que nada
han hecho en este país con respecto a este asunto. De lo contrario no hubiéramos
llegado a la situación de peligro de desertización que tiene media España.
Si tocamos un tema detrás de otro
nos va dando una idea, de que no sabemos interactuar con los recursos naturales
de nuestro país, que con el paso del tiempo arruinamos o empobrecemos lo que la
naturaleza nos entregó un día. En lugar de cuidarla y haberla mejorado, la
vamos arruinando a pasos agigantados, como estamos haciendo con casi todo lo
que tocamos, puesto que no tomamos conciencia de las repercusiones de nuestros
actos.
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