Irremediablemente, salvo en
contadas excepciones, puedes hablarle a alguien de lo que sientes o piensas, es
mucho mejor seguir una vía “mistica”, un camino de silencio, un vivir profundo
de cada uno de nosotros, para no ser mal interpretado.
Cuando te expresas desde dentro,
y estás viendo hermosura, belleza, y así te manifiestas, te pueden llamar
adulador porque no ven o sienten, en aquel momento, desde donde tu estás
sintiendo.
Si pides comprensión, apertura o
flexibilidad, sobre un particular, pueden apostillar que tratas de dominar o
manipular a los demás.
Te queda seguir apreciándoles y amándoles,
pero desde tu silencio, no hay otra, salvo en contados casos, donde si se da la
comprensión de lo que se dice o se hace. Afortunadamente, esto también sucede y
los momentos se convierten en sinceros actos de amor, que irremediablemente
conducen al gozo, a la unión, donde no me cansaría de decirte te amo, solo hay
amor, y tu y yo dejamos de ser dos, en estos instantes, para ser solo vida sin
más. Esos son momentos sin aditivos, donde ambos estamos presentes y la
sintonía se hace patente.
Desde estas páginas, quiero
pedirles perdón a aquellas personas que hayan recibido algo, cualquier cosa,
una palabra, un gesto, etc. Y que considere no fue oportuno, lo haya
interpretado como ofensivo, me haya creído un adulador, me haya considerado
como un manipulador, o cualquier otra interpretación suya, que es muy digna en
estos momentos. Por ser suya, porque estas personas en estos momentos y en sus
circunstancias así lo entienden, y porque yo no soy nadie para hacerles cambiar
de parecer, nuevamente les pido disculpas si se han sentido molestos.
Llevo años tratando de vivir un
camino recto, donde tengan cabida los valores que tanto proclamo y con los que
cada día trato de ser coherentes con mis actos, y por su puesto hace tiempo que
me importan los demás. Los demás tienen irremediablemente que estar, la humanidad
fracasará una vez tras otra si fomenta una vida de individualidades, en lugar
de una vida de colectividad. Habrán puntos de inflexión, personas que momentáneamente
destaquen en algún campo, pero la colectividad necesita evolucionar,
interiorizar, compartir, crecer juntos, crear grandes proyectos que nos fomente
el gozo interior, que es la auténtica felicidad imperecedera.
Una fiesta, está bien mientras
dura, un objeto deseado produce una felicidad perecedera cuando se consigue
obtener, pero esta felicidad o gozo decrece conforme pasan los días y se pierde
la ilusión por tenerlo, o bien porque su uso o posesión ya es una rutina. Sin
embargo, debemos ser más ambiciosos, en el buen sentido de la palabra, e ir a
por el premio gordo. Ese premio somos nosotros, la conquista de nosotros
mismos, establecernos en nosotros, establecer un nuevo orden, fomentar junto
con los estudios y las especialidades actuales, la “asignatura” del
conocimiento de sí, para poder llevar a cabo la conexión con la energía de la
vida, conectarse al Internet universal.
La sociedad debe tener los
mejores técnicos, artistas, profesores, científicos, etc., que procuren el
desarrollo o progreso material de la humanidad, pero no debe seguir sucediendo como
hasta ahora; que la humanidad se ha volcado totalmente en esta empresa,
olvidando la condición de ser humano que implica a la humanidad. Nos hemos
enajenado de lo que significa el trabajo espiritual, individual, para llegar a
ser una colectividad que es lo que somos.
Se pueden hacer los mismos
estudios, se pueden hacer los mismos proyectos, etc. Con un sentido de procurar
el bien colectivo mucho más elevado y respetuoso, del que ahora se practica. Se
debe educar desde pequeños para que los valores fundamentales y necesarios para
situarse en la felicidad que somos, sea una realidad para el bien de todos.
No podemos seguir olvidando que
somos un plano energético, que tiene que ver con nuestro proceso mental, pero
que también da origen a un plano profundo de sentimientos que le llamaré
espiritual. Por lo que no debemos seguir fomentando solo el mental en
detrimento del espiritual, o bien seguiremos sintiéndonos incompletos,
inestables y por tanto infelices.
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