Cuando vemos una tertulia
televisiva se pone de manifiesto, en muchas ocasiones, ese comportamiento
parcial, defensivo y subjetivo, que provoca la incomunicación. Desde ese mismo
momento no hay humano que entienda nada, no hay forma de oír nada, todos hablan
al mismo tiempo tratando de hacer prevalecer su opinión; el moderador se
desgañita en su intento por controlar el orden de las respuestas, y allí no se
calla nadie.
Muchas personas son así, tienen
una comportamiento frente al dialogo, que hacen imposible llevar una
conversación tranquila y respetuosa. Se mueven de reacción en reacción contra
lo que opinen sus interlocutores, y esto hace imposible el dialogo, desembocando
siempre en discusión.
Para dialogar hay que oír
respetuosamente y atentamente a la otra persona, comprender que ese es su punto
de vista, con el que podemos o no estar de acuerdo, y se puede debatir de forma
ordenada, con respeto sobretodo, esperando que la otra persona concluya su
exposición, argumentando con buen tono, pero intentando de comprender al otro,
flexibilizando a veces, y preparado para abandonar en el momento en que se
empieza a enquistar la conversación por falta de maleabilidad en la posición
del otro.
Esto es más corriente de lo que
suponemos porque hay personas con la arrogancia de creer que están en posesión
de la verdad, otras que desestiman lo que piensan los demás, otras que solo
dialogan defendiéndose, otras que siempre lo hacen atacando, etc., y así es tan
difícil.
En una buena conversación, además
de pasar un rato agradable, se aprende de las aportaciones de los demás, pero
hay que estar dispuesto a aprender, y para ello hay que valorar lo que
incorporan los otros, hay que mantener una actitud abierta, receptiva, de
atención y hasta me atrevo a decir de agradecimiento por lo que recibimos. Creo
que es la manera de poder mantener una buena conversación con cualquiera, sea
cual sea el tema que se vaya a tratar.
No digamos ya, si se entran en
temas que rocen lo personal, con esas personas que lo interpretan todo como si
fuera dirigido a ellas, y que además tienen esa tendencia a defenderse, porque
tal vez se consideran ellas más vulnerables, o se ven inferiores y hacen un
esfuerzo ímprobo por salvar su cuello, es en estos casos donde me resulta más
compleja la conversación, porque no hay dialogo, es imposible, se va de una
reacción a otra, de una defensa a otra. Estas personas suben el tono hasta
parecer agresivo, hacen daño cuando se expresan, y prefiero recular, dar un
paso atrás y dejar la conversación, porque ya digo que no es tal.
Esas personas se mantienen en su
pensamiento, es como si dejaran de ser ellas por admitir que tal vez no estaban
en lo cierto, o bien, es como si fueran menos personas por rectificar, cuando
siempre se ha dicho que hacerlo es de sabio. Con el debido respeto, les veo
como personas tercas porque se atrincheran y no van ni hacia delante ni hacia
atrás, y tratas de argumentar una nueva visión de la historia, pero no oyen
siquiera, remarcan lo suyo una y otra vez. Van elevando el tono de su defensa pétrea,
cambian el gesto, su cara refleja tensión y enfado, una mezcla que se traduce
en agresividad, y se hace incomodo, muy incomodo seguir tratando de dialogar.
Ha quedado dicho para que nos
haga reflexionar a todos la próxima vez que hablemos con un familiar nuestro,
con un amigo, con un jefe, un compañero de estudios o trabajo, etc., espero que
nos ayude a comprender mejor al otro, y a dialogar con mayor satisfacción.
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