Ya son muchos
años escuchando acerca de enfermos que sufren dolencias graves e irreversibles,
y piden que se les aplique eutanasia, sin que sean atendidas sus peticiones.
Muchos de
ellos lo han pedido, directamente, los enfermos. Lo han grabado ante las
cámaras o lo han hecho por escrito, sin que se les oiga. Cuando esto sucede, en
nombre de no se qué sentimientos y legalidad, el enfermo sigue sufriendo cada
día. Sufre él y sus familiares, que ven como no hay esperanza ni cura para sus
dolencias, sino una vida corta, la que le quede al enfermo, sin calidad de
ningún tipo.
La vida, algo
tan personal de cada uno, cómo puede ser regida por un código legal impuesto
por unos señores, una minoría, que no está padeciendo lo que aquel enfermo.
Cómo pueden ser esos señores los dueños de la existencia de nadie, si un
enfermo en esas circunstancias lo que desea es poner fin al tormento
innecesario que está padeciendo.
Es lógico
pensar, que para acceder a este tipo de peticiones, tengan que mediar ciertas
condiciones. Por ejemplo: el enfermo ha de pedirlo libremente y sin coacción de
ningún tipo, refrendando la petición por algún medio que lo demuestre, bien,
mediante escrito, bien, grabación de audio con imágenes. También podrían tomar
la decisión sus familiares siempre que al menos tres médicos especialistas,
diferentes, diagnostiquen la irreversibilidad del proceso, de la dolencia que
el enfermo padece.
Hay formas de
enfocar este tema para procurar un desenlace menos doloroso o traumático a los
enfermos terminales y, también, para los que no tienen calidad de vida alguna
ni posibilidad de que la vuelvan a tener. Se pueden hacer cosas y avanzar en
esta materia de la eutanasia para procurar tener una muerte digna, en aquellos
casos, en los que los enfermos no deseen seguir viviendo, por padecer procesos
graves perfectamente diagnosticados.
Todo, menos
esconder la cabeza bajo el ala y tratar de no dar la cara. Las leyes hay que
modificarlas por humanidad hacia las personas inmersas en procesos
degenerativos graves en sus últimos estadíos, enfermos en coma durante años con
complicaciones que hace irreversible su estado, o personas sin movilidad alguna
que ya no desean prolongar su existencia en esas condiciones.
No puede ser
que las personas no seamos dueños de nuestras vidas. Hay que legislar bien el
tema y establecer las pautas y los controles necesarios, para actuar con
certeza bajo una petición certificada y fehaciente realizada por los enfermos
ante autoridades judiciales y médicas. Cuando el enfermo no puede manifestarse
y sus dolencias son graves e irreversibles, cuando así hayan sido diagnosticadas
por al menos tres especialistas; los familiares deberían poder realizar la
petición de la eutanasia, igualmente, mediante declaración fehaciente efectuada
delante de autoridades judiciales y médicas.
Cuando los
enfermos tengan movilidad suficiente se podría poner a su alcance un sistema
automático que aplicara la eutanasia, en el que haga falta que el enfermo
inicie el proceso voluntariamente. Todo grabado y en presencia de autoridades
judiciales y médicas.