Muchos políticos están por el
sueldo, por tener un puesto de trabajo, por ser reconocidos o famosos y porque,
seguramente, no saben hacer otra cosa a pesar de tener una profesión. Además de
todo esto, porque saben que han creado un sistema que les procura una serie de
prebendas y privilegios que les diferencia del resto de la población. Los
políticos se han hecho con el poder de esta sociedad, modelándola a su imagen y
semejanza, procurando sacar de la misma cuanto más mejor en el menor tiempo posible,
quizá, una legislatura, por eso tienen tantas prisas por robar.
Un buen político es la antítesis de
lo que representan casi todos los que están ahí sentados en el Parlamento.
Muchos, la mayoría, están trabajando para perpetuar ese sistema de privilegios,
con unas políticas que no evolucionan, ancladas en el pasado, protegidas por
unas leyes que las amparan pero que no se ajustan a las actuales necesidades de
la ciudadanía. No obstante, esto no parece alarmar a nadie en el Congreso, son
pocas las voces que hablan por la ciudadanía y propongan soluciones. Son muchas
las voces que se alzan para proteger las espaldas de los defraudadores, de los
más ricos, de los grandes empresarios y de los banqueros. Son muchos los
políticos que no dejan de entrometerse en la labor judicial para apañar
procesos que le afectarían directamente, dando así el ejemplo de dependencia de
la justicia, que queda a las órdenes del Gobierno de turno. Esta intromisión
del Gobierno en los procesos y causas judiciales está procurando que no se
investigue ni juzgue a los delincuentes políticos, consiguiendo con ello el
clima de impunidad que se respira desde hace años, teniendo la población el
sentimiento de que a los malhechores de clase alta de este país nunca les pasa
nada, hagan lo que hagan.
Un buen político nunca legislaría
contra los intereses del pueblo, ni les haría retroceder en los derechos
adquiridos; sin embargo, ya estamos viendo que tanto en la última fase de la
legislatura del PSOE como en las dos últimas del PP, este aspecto del bienestar
y del progreso de la ciudadanía no se ha respetado y ha caído por los suelos.
Lo peor de todo es que no tiene esperanza de que vaya a poderse recuperar, tal
como dicen algunos economistas y expertos del área política. Dicen que esta estafa
llamada crisis, vino para quedarse, para retroceder en derechos y bienestar, y
hacernos a todos más pobres, tras haberse cargado la clase media y procurar que
algunos que no eran ricos ahora lo sean, y que otros que ya lo eran, lo sean un
poco más; pero los trabajadores, en general, somos ahora más pobres, antes con
un trabajo tenías una vida digna y, ahora, trabajas y eres pobre, no llegas a
fin de mes, casi no puedes pagar tus facturas y estás a punto de que te
desahucien. Esto está a la orden del día y todos lo vemos por la televisión,
los jueces dictan instrucciones y la policía saca por la fuerza a las familias
que no pueden hacer frente al pago de sus hipotecas; sin embargo, los bancos
fueron rescatados con nuestro dinero, no lo devuelven y no nos quedamos con sus
bancos, no les desahuciamos, no hay ordenes de los jueces contra ellos, no hay
policías que les desalojen y, peor aún, no hay reacción del Gobierno, porque
una vez más protegen a los banqueros y no a los ciudadanos.
Políticos como estos hay muchos
en el hemiciclo y deben ser expulsados, no nos representan, representan al
poder monetario, legislan a favor de él, empobrecen a la ciudadanía, precarizan
el panorama laboral, han terminado con las negociaciones colectivas, están
acabando con la estabilidad de las pensiones, las han congelado o, peor aún, les
hacen perder poder adquisitivo frente a la subida constante de los precios de
los productos básicos. Es evidente que las personas que deban gestionar lo
público han de tener otras cualidades y otros valores morales y éticos, con los
actuales vamos de cráneo, como se suele decir: cuesta abajo y sin frenos.
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